sábado, 24 de noviembre de 2018

Un trabajo de actores



Hace ahora unos siete años, a Al Pacino se le ocurrió juntar a un grupo de colegas para filmar una versión teatralizada de SALOMÉ, una de las obras más famosas de Oscar Wilde. Existen ahora dos versiones, una excesivamente ralentizada, en la que Pacino intercala unos insertos documentales en los que los actores van explicando sus roles, la historia, etc..., lo que la hace muy cansina de ver, como unos extras metidos en mitad de un metraje. Pero la cosa cambia en la versión que se estrenó dos años después, en la que se respeta la historia original íntegramente. Esta SALOMÉ se desarrolla en un espacio único, en el que la pérfida protagonista accede al lujurioso deseo del Rey Herodes de verla danzar la danza de los siete velos, pero pidiendo a cambio la cabeza de Juan el Baptista en una bandeja de plata. Con un vestuario y decoración intemporales, Pacino deja todo el peso sobre los hombros de los actores, un poco estáticos al principio, pero que van cobrando brío a medida que el relato toma todo su sentido y muta de un drama histórico a otra cosa, ese torbellino de sensaciones que culmina con una provocativa Jessica Chastain convertida en un auténtico animal, e incluso empequeñeciendo a un Herodes al que interpreta con convicción el propio Pacino. Un experimento inusual y arriesgado que nació de la pasión de su director por esta obra inmortal y al que merece bastante la pena echar un vistazo.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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