lunes, 28 de octubre de 2013

El "lobisome"



En la Galicia más profunda existe desde hace siglos la creencia de aquel enfermo, "aojado" desde la cuna, que troca su espíritu por el de un lobo, perdiendo su conciencia y convirtiéndose en un animal sediento de sangre. Es el "lobisome", al que han ayudado a la expansión de su leyenda lo intrincado de los bosques gallegos y la arraigada superstición de sus gentes.
En 1970, un joven Pedro Olea, tras el prometedor debut que supuso DÍAS DE VIEJO COLOR, escribió junto a Juan Antonio Porto un estremecedor retrato acerca de cómo la miseria, unida a una omnipresente superstición, era capaz de fabricar monstruos, quizá víctimas de su propia desubicación social, pero protagonistas en todo caso de algunos episodios de lo que conocemos como "la España negra". EL BOSQUE DEL LOBO es un contenido y sequísimo relato de terror basado en dos pilares fundamentales: el intrincado paisaje forestal gallego y la hipnótica interpretación de José Luis López Vázquez, diametralmente alejado de sus forzados arquetipos, dicho sea de paso, que él tan bien dominaba. Desde el principio queda expuesta la condición de Benito, buhonero de mísera existencia, siempre a caballo entre Galicia y el norte castellano, siempre ofrecido a ser guía de quienes busquen fortuna en otros lugares. Y es en esos interminables trayectos en los que Benito, traspasado de una fuerza que es incapaz de dominar, comete unos asesinatos que han de quedar sepultados bajo el silencio de la naturaleza.
Con un estilo, insisto, fuera de cualquier impostura formal, Olea filma posiblemente su trabajo más poderoso e inspirado; una historia tan terrible como compasiva en la que destacaba también la estupenda fotografía de Aurelio Gutiérrez-Larraya y una expresiva música a cargo de Antonio Pérez Olea. Además de un excepcional reparto, donde se encontraban el gran Antonio Casas, Alfredo Mayo y Amparo Soler Leal, a cuya memoria va unida esta reseña.
Saludos.

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