domingo, 22 de agosto de 2010
Sólo una lección más
Hoy me apetecía desquitarme un poco de los últimos sinsabores y hablar de una de esas obras imperecederas que yo le recomiendo a todo el mundo y que nos renuevan las pilas y la confianza en esto tan complicado de las películas.
Y es que WITNESS FOR THE PROSECUTION, del maestro Wilder, es un prodigio de todas y cada una de las claves que hicieron grande al Hollywood de los títulos míticos; una especie de "Gran Estudio" capaz de revelar con suma sencillez lo que a la mayoría de los directores les cuesta un mundo siquiera rozar. Se nos cuenta la típica historia del acusado de asesinato al que todas las pruebas apuntan en su contra; a partir de ahí, Wilder muestra, esconde, sugiere, rebate y desconcierta con multitud de giros y recovecos que van urdiendo una trama tan ingeniosa como estimulante. Aunque no soy muy devoto de las "novelas circulares" de Agatha Christie, la verdad es que esta adaptación es simplemente apabullante, aunando dinamismo en la puesta en escena, unos diálogos sobresalientes y, por encima de todo, un espectacular compendio de actuaciones, de las que nos resultaría imposible quedarnos sólo con una. Porque está Tyrone Power (que jamás alcanzaría una cota similar) como el escurridizo acusado; Marlene Dietrich, en esa segunda juventud que tuvo en los cincuenta; Elsa Lanchester, que puso unas deliciosas intervenciones de tono cómico, como enfermera todoterreno e insoportable. Pero no podemos hablar de WITNESS FOR THE PROSECUTION si no es refiriéndonos al monumental trabajo del gran Charles Laughton, que pone en pie uno de los personajes más soberbios e irresistibles de la historia; un abogado a punto de jubilarse, histriónico, borracho, lacerante, de una agudeza e inteligencia extrema, tanto como su "saludable misantropía". Un personaje eterno con el que nos entregamos desde la impresionante primera escena y que decide, en un arrebato de sinceridad (o poco juicio, la verdad sea dicha), aceptar un caso totalmente perdido, demostrar lo indemostrable y dejarnos con la boca abierta hasta ese final que no pienso revelar por mucho que me torturen; uno de los mejores y más sorprendentes finales de la historia del cine y por el que matarían la mayoría de directores que se pretenden "originales"... con todo el peso de la palabra...
Saludos presenciales.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
4 comentarios:
Obra magna sin paliativos. Un final inesperado y que siempre te sorprende.
Esto es CINE y lo demás tonterías. Impresionante Charles Laughton y su monóculo.
Saludos.
Os recomiendo que visitéis el altar bloguero que tengo enlazado si de verdad queréis profundizar en el universo "laughtoniano".
F. M. P. (puta obra maestra).
Charles Laughton está inmenso (en todos los sentidos).
Genial, genial, genial.
De visión obligatoria una vez al año.
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