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En COEURS, Resnais se disfraza de Altman, pero también de Oliveira y, como no, de Lubitsch ¿Cómo? Sencillo de decir y difícil de realizar. Resnais propone un nudo gordiano en base a seis personajes en busca desesperada de alguna correspondencia por parte ajena; se buscan, se separan, se miran, se hablan, se disculpan, se añoran... pero algo no les permite colmar sus deseos, la historia de siempre. Pero hay algo inasible en la forma de contar de Resnais y que le hace turbador hasta en lo más mundano. Los personajes parecen ratones en un laberinto (atención a los planos cenitales), atrapados en una de esas esferas en las que nieva si se agitan (la nieve, incesante, es el nexo común) e intoxicados por una especie de resignación de la que saben que no podrán huir. Hay un borracho orgulloso que se niega a aceptar la derrota, una mujer que asiste a continuas citas a ciegas, un solterón enamorado de su compoañera de trabajo, una compañera de trabajo beata que guarda más de una sorpresa y un camarero de esos que tantas veces han asentido a nuestras ebrias gilipolleces sin inmutarse. Pero quedarse en estas descripciones sería quedarse en alguna comedia romántica tontorrona programada para navidad; en cambio, hablamos de Resnais, lo que asegura una gran profundidad psicológica, más allá de apariencias y lugares comunes.
Por cierto, la semana que viene va a estar dedicada monográficamente a un tema apasionante, lo que no deja de ser una novedad en este cajón desastre.
Saludos públicos en lugares privados.
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