miércoles, 9 de junio de 2021

Cubriendo expedientes


 

Acaba de estrenarse THE CONJURING: THE DEVIL MADE ME DO IT, tercera parte de la franquicia iniciada por James Wan hace algunos años, y que abunda en el, al parecer inagotable, filón de investigaciones paranormales, que suponemos comprenden casos reales, a los que ya cada uno dotará de la veracidad que le venga en gana, claro. En esta ocasión, el dueto interpretado por Patrick Wilson y Vera Farmiga han de enfrentarse a un caso controvertido, ya que se trata de un hombre acusado de asesinato, al que los Warren intentarán salvar de la pena de muerte demostrando que se encontraba poseído por un demonio. Si ya me conocen, entenderán que me salte toda la parte explicativa, dimes y diretes, porqués y recontraexplicaciones, e iré directamente a la película como artefacto audiovisual. Personalmente, creo que esta especie de saga lleva agotada desde la primera entrega, que actuaba supuestamente como un extraño nexo para que el propio Wan pudiese dotar de sentido su propio universo creativo. Ésta es un descarado homenaje a la insuperable EL EXORCISTA, pero sin exorcistas, con un ente diabólico que da más pena que miedo y apenas un par de descoyuntamientos articulares como escaso intento de sumergirnos en un terror que, al menos a mí, me suena demasiado como para sorprenderme. Tiene, de acuerdo, alguna escena bien construida, interpretaciones inquietantes (sobre todo un desaprovechado John Noble) y el respaldo de una producción cuidada con mimo. Pero no nos engañemos, se trata de un film absolutamente previsible, que sabe con exactitud a qué tipo de espectador dirigirse, y que puede ser calificado de cualquier forma, menos de rompedor. 
Se ve, luego se ve otra cosa, luego otra, y la vida marcha...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!