martes, 15 de junio de 2021

Películas para desengancharse #76


 

Efectivamente, queridos indéfil@s. Aquí y hoy retomamos el monográfico de monográficos, de periodicidad involuntariamente bienal, y con el que intentamos exorcizar viejos demonios enquistados, o quizá redescubrir(nos) que, para bien o para mal, puede que los tiempos pasados sean mejores de lo que recordamos... o viceversa. Y qué mejor película para desengancharse de nuevos y viejos vicios, que BRAVEHEART, la mastodóntica epopeya escocesa ideada por el guionista Randall Wallace y Mel Gibson, que comenzaba a sentar las bases de lo que él (y sólo él) pensaba que debía refundar un Hollywood aplastado por la imposibilidad de volver a su esplendor y grandeza. Para lo que finalmente resulta ser, BRAVEHEART es una película perfecta, con un rigor histórico discutible, un diseño de producción envidiable, algunas escenas de batallas que ridiculizan las sandeces del CGI, o un sentido de la épica que, reconozcámoslo, era (y sigue siendo) lo que clavó en la butaca a millones de espectadores, haciendo de este film uno de los más rentables de todos los tiempos. De aquí bebió mucha gente posteriormente, pero no es menos cierto que Gibson (cuyo sentido de la autoría es cuanto menos controvertido) anduvo obsesionado por amalgamar la intensidad dramática de Shakespeare, la interpelación de las masas de De Mille o una explicitud hiperrealista, que luego fue exacerbando hasta lo improbable. William Wallace fue un simple soldado, elevado a héroe por la tradición oral, teniendo en cuenta que no hubiese sido tan heróico haber reconocido que el "corazón valiente", en realidad pertenecía a uno de los antagonistas del film. Tampoco haríamos honor a la verdad concediendo que los escoceses de 1280 usaran kilts (algo que llegaría algunos siglos después), o que semejaran una horda de hooligans ebrios con unas pinturas igualmente improbables, pero que, al fin y al cabo, a Gibson le sirvieron para su propósito, que era la sublimación del icono identificativo.
Total, que estamos ante uno de esos títulos que uno siempre prefiere no introducir en ninguna discusión cinéfila, tal es la cantidad de adeptos de concita, los cuales no dudarían en olvidar lo que llegaron alguna vez a decir de películas netamente superiores, como LA PASIÓN DE CRISTO o APOCALYPTO, con tal de llevar la razón.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!