viernes, 6 de julio de 2018

El metaerror



INFINITY CHAMBER es una de esas inagotables películas de ciencia ficción de bajo presupuesto, que sabes que acabará en VOD o en alguna sesión perdida de un ignoto canal por cable. Y lo merece, pero sólo por la imperdonable torpeza de pretender hacer una obra maestra en tu primera película ¿El error? El guion, por supuesto. Apasionante en su planteamiento, pero forzado y estirado hasta que ya no da más de sí y se deshilacha en una sucesión de explicaciones innecesarias y deliberadas. Además, por si no fuera poco, la excusa argumental flota como un péndulo sobre esa mínima historia, reducida a una especie de cámara de seguridad en la que un hombre despierta sin saber por qué está allí y con la única compañía de una computadora con la apariencia de una cámara, y que no hay que ser muy avispado para identificar con el amigo Hal. Pero claro, como los argumentos se acaban muy pronto, el director y guionista se saca de la manga lo del tiempo en bucle, haciendo volver a su protagonista una y otra vez al mismo lugar. Eso, bien hecho, se lo hemos visto a Nolan en MEMENTO, y también me recordó vagamente títulos como LOOPER o EL MAQUINISTA, donde se inenta enlazar el tiempo mental con el físico. Pero ya digo, excepto un par de cosillas, el film se torna exasperantemente inacabable y rutinario, y eso, si no lo adornas con algo pues no merece la pena. Si hubiese sido algo más inteligente, habría pasado del tema de la cámara, que aburre a las ovejas, y se habría explayado en ese coitus interruptus entre el protagonista y la camarera, porque ahí sí había una potencialidad de riesgo, además de o mejor del film, Cassandra Clark. Atentos a ella.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!