lunes, 8 de enero de 2018

Manual de lucha y libertad #6



Basilio Martín Patino volvió a la ficción en 1969 con DEL AMOR Y OTRAS SOLEDADES, una película ambiciosa, más que moderna, rabiosamente contemporánea, una mirada al centro de las relaciones de pareja, a sus miserias y trampas, obviando las grandezas como pequeños triunfos y catalogando mediante el psicoanálisis lo que quizá sólo sean insatisfacciones y venganzas. Del guion escrito por el propio director y Juan Miguel Lamet, esta vez las esquirlas contra el régimen franquista saltan por el otro lado, por una balbuceante nueva alta burguesía, que incorporaba a las viejas grandes familias los hombres hechos a sí mismos, pujantes por la oportunidad de ingresar en un estrato social que siempre les fue vedado. María es de las primeras y Alejandro de los segundos. Deberían ser felices, porque tienen una familia perfecta, una casa en el campo y un magnífico círculo de amistades. En lugar de ello, su relación es angustiosamente beligerante, él se escuda en su trabajo y ella en las visitas a una psicóloga; sin saber por qué discuten todo el tiempo, se echan cosas en cara y pasan la mayor parte del tiempo separados, que es el estado al que ambos parecen abocados sin remedio. Ella frecuenta la compañía de artistas, bohemios de discreto pelaje, farándula ocasional; él prefiere las huidas campestres, a la finca de su acaudalado amigo, para cazar y hacer las cosas que siempre le han ido a los recién potentados. Ella es Lucía Bosé, encarnada en su segunda juventud como intérprete, y él Carlos Estrada, el eterno doblado (bueno, ella también... Todos, en realidad). Por allí asoman muchos nombres clave de aquel tiempo: Alfredo Mañas, Joaquim Jordá, Carmelo Bernaola... Hasta sale de refilón Marisol y el gran José Menese eones antes que Poveda. En fin, una película temiblemente afrancesada, muy poquito española; con eses en las miradas esquivas, tilines de hielo y recitados a la salud de los muertos. Una película que lleva casi 50 años sin ser entendida en absoluto, desdeñada más bien, pero que ejerce uno de los retos más complicados: la cosmogonía íntima.
Sólo para paladares fuertemente exigentes.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!