jueves, 18 de enero de 2018

Las calles mojadas de París



El cine de Jean-Pierre Melville está repleto de vasos comunicantes que interconecta la práctica totalidad de sus trabajos, lo que comúnmente se denomina como "constantes", pero que aquí encierran un significado más profundo y que es necesario leer entre líneas para comprender con exactitud. Si LE SAMOURAÏ representa la cúspide del antihéroe, un asesino mudo, frío, pero con un sentido inquebrantable del honor, el antecedente directo de esta obra maestra es otra. BOB LE FLAMBEUR es la disección de la personalidad de Bob, gángster retirado y jugador compulsivo hasta el despunte del día; un tipo al que todos conocen y al que todos respetan, incluso la policía. El film arranca antológicamente, haciéndonos acompañar a Bob por su periplo de partida en partida, ganando o perdiendo, sólo parando ya por la mañana, donde observa a una joven que parece recién llegada. Melville filma los rituales, capta la atmósfera de las calles despertándose, los marineros tomando la última copa, los carteles apagándose, la calles regadas... Todo un microcosmos que nos sitúa en la órbita del perdedor digno, confiadamente resignado, que arrastra un pasado oscuro pero no pierde unos modales y unos códigos de conducta exquisitos. Bob no es un asesino, ni tampoco parece un ladrón, y acoge a la chica sólo como un padre podría hacerlo, para protegerla de un entorno que él mira desde la distancia de los años. Y entonces surge la oportunidad de un último golpe, del asalto a un casino que supondría el retiro dorado y definitivo, por lo que se pone en marcha toda una secuencia de acciones, que Melville filma como un gigantesco preámbulo y que deja al descubierto las intenciones de cada personaje. También funciona como impecable retrato generacional, y no son pocos los que la señala como verdadero manifiesto pre Nouvelle vague. Ahí está el joven atolondrado que cae rendidamente enamorado de la no-tan-inocente joven (Isabelle Corey en todo su esplendor), el chulo resentido buscando venganza, el amigo incondicional que abre cajas fuertes. Y, por encima de todos ellos, Bob, que lo ha visto todo y no quiere ver nada más, y que nunca se ha resignado a su suerte por muy malas cartas que tuviera. Roger Duchesne, antiguo galán del cine francés, interpreta a este hombre, inteligente, cautivador, amane de la buena vida, pero efectivamente, como dcíamos al principio, con un código de conducta inquebrantable. La moral, una vez más, como único refugio de los abandonados.
Obra maestra.
saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!