miércoles, 17 de enero de 2018

En paralelo



Lo lógico es que secuelas como JOHN WICK: CHAPTER 2 se desparramen hacia la repetición enfática, aportando poco o nada a su precedente y terminando abruptamente con el conato de saga, o iniciando un inevitable camino hacia la autoparodia. Sin embargo, las andanzas de ese asesino a sueldo lacónico y atormentado parecen seguir en plena forma, al menos para los amantes del mamporro estilizado, las persecuciones de gran cilindrada y los seres despreciables con encanto. Lo que propone esta secuela es la profundización en el entorno de Wick, que sigue intentando retirarse y consumir sus días en el recuerdo de su esposa muerta, pero un poderoso mafioso le obliga a realizar un último y suicida trabajo: matar a su propia hermana, que está a punto de ingresar a la exclusiva mesa de poder (y aquí me pierdo un poco) que conforman todas las mafias del mundo. Sí, el guion es descabellado, a Keanu Reeves le dan por todos lados y la amenaza del videoclip late tras cada tiroteo interminable y la exhibición de llaves marciales. Sin embargo, hay un par de apuntes que elevan ligeramente el resultado final y que emparentan a John Wick con aquel mítico Neo. Cuando Wick ejecuta su tarea, el mafioso pone precio a su cabeza, por lo que sólo puede acudir a una persona de confianza, que curiosamente tiene el rostro de Larry Fishburne. Asimismo, el gran cerebro de la megaorganización secreta, interpretado por Ian McShane, le muestra el verdadero alcance de su poder con apenas un gesto, y le hace comprender que ya no está seguro en ningún lugar del mundo. Es, finalmente, esa vulnerabilidad, la injusticia del destino de este hombre, lo que coloca esta secuela en un apartado ligeramente superior al de cualquier blockbuster al uso.
Muy entretenida, pero a Reeves deberían enseñarle algunas llaves más...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!