viernes, 16 de marzo de 2012

O se está, o no se está



No le hace demasiada justicia esta EL MURAL a una filmografía tan dilatada y abundante como la del argentino Héctor Olivera; dilatada por abarcar ya 40 años, aunque lo de abundante lo es siendo generosos, pues a títulos fundamentales del cine argentino, como LA PATAGONIA REBELDE o LA NOCHE DE LOS LÁPICES, hay que sumar cosas (exploitation terrible, vaya) como COCAINE WARS o BARBARIAN QUEEN, con dinerín de fuera, claro, qué les voy yo a contar desde aquí... El caso es que Olivera, magnífico artesano, menor creador, consigue (y no es poco) personalizar la interesantísima epopeya del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros (en mi opinión, uno de los más grandes pintores del siglo XX) al embarcarse en la realización de un mural en un sótano propiedad del magnate Natalio Botana. El problema es que EL MURAL no va de esto, o no exactamente, porque toca repentinizarlo con unos gastadillos amoríos pasionales (cuernos y esas cosas) regados con abundante tequila, que es algo que hemos visto muchas veces y de muchas maneras. Como Olivera parece menos interesado en indagar en las correspondencias políticas y sociales del porqué de tan insólito albergue para una obra que, en principio, debería haber estado más expuesta, que en los susodichos "saltos de cama", EL MURAL se alarga en demasía y termina sucumbiendo al melodrama de saloncito, algo tremendamente injusto teniendo en cuenta su más que interesante premisa y el buen hacer de los actores, incluso un justificadamente excesivo Luis Machín como aquel pintor militante que creía en la revolución por el arte.
Saludos pictóricos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!