viernes, 23 de marzo de 2012

Lejos del paraíso



Lo difícil en el caso de THE DESCENDANTS es tener el brío suficiente para mantener viva la premisa inicial, la que anuncia la voz de George Clooney antes de que sepamos nada sobre esta película compleja, divergente, mucho más áspera de lo que cabría esperar leyendo su insólita sinopsis. Primero porque la cosa ocurre en Hawaii, y en Hawaii (por mucho que nos digan lo contrario) la gente lleva camisas floreadas, pantalón corto y vive a pocos metros de sus espectaculares playas. No es que me importe para nada, pero es misión del director hacernos sentir que nos está contando "algo" aparte de lo que se nos está enseñando; en lugar de allanarse el camino, Payne sigue al pie de la letra la historia original y nos coloca delante de las narices un escalante familiar que procede de terratenientes de pocos escrúpulos y esas cosas; y esto, enfrentado al dramón personal, nos deja una sensación de "¿y ahora qué?". Clooney interpreta al último fideicomisario de un importante patrimonio que afronta dos dilemas tremebundos: la venta de los valiosísimos terrenos, antes de que su valor se disuelva, y que arrojará suculentos dividendos y el coma irreversible de su esposa tras un desgraciado accidente acuático. THE DESCENDANTS es una película arrolladoramente inteligente porque, sin dar de lado ninguno de estos aspectos, no los convierte en su corriente principal, porque dicha corriente queda sumergida a la espera del momento (y sobre todo el espectador) adecuado. El leit motiv del film podría ser fácilmente confundido; no creo que sea la búsqueda (un poco patosa, un poco cabezona, bastante bochornosa) del amante oculto de una mujer que espera ser desconectada de las máquinas que la mantiene con vida, sino cómo, después de todo, teniéndolo todo en contra, la familia, la unidad familiar es capaz de afrontar los problemas más terribles. Otro gran triunfo, porque esta peculiar familia irá encontrando su propio sitio a medida que van dándose cuenta de que ése, y no otro, es el único camino, lo que queda rubricado en una escena final ante la que resulta difícil no esbozar una sonrisilla cómplice. En mitad de todo esto, unos personajes con su peso justo, con su momento para decir lo que tienen que decir, sin estridencias, sin aspavientos. Y, claro, Clooney... por fin.
Saludos familiares.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!