jueves, 29 de marzo de 2012
Compañeros del metal
STACHKA (LA HUELGA) fue el primer largometraje de Eisenstein ¿y qué mejor día que éste para hablar de él? No me parece que el cruento levantamiento bolchevique guardase muchas similitudes con este descafeinado 29M, pero en la revisión histórica (a veces casi en exclusiva) se encuentran las claves para entender el siempre confuso presente. En este caso, Eisenstein se sirvió del trato injusto sufrido por los trabajadores de una fábrica para elaborar un expresionista fresco sobre el espíritu de la revolución, sus perdedores y sus opresores. Las imágenes se suceden rápidamente, sin focalizar la acción; vemos la miseria de los trabajadores, la tragedia desencadenada por la pura desesperación; al otro extremo, los empresarios, los dueños de las fábricas, enjoyados, fumando puros, bebiendo champagne, con sus trajes, pero al mismo tiempo revolcándose en su desalmada ignominia, lo que queda perfectamente expresado en la famosa escena que encadena la represión policial mientras se exprimen frutas en un exprimidor ("sacando todo el jugo"). LA HUELGA es una película ciertamente extraña, descentralizada, que igual adelanta el dramatismo exacerbado del "Potemkin" como contiene escenas de corte cómico, como la de los vagabundos que viven en unas tinajas bajo tierra y cuya entrada está "vigilada" por dos gatos ahorcados. Buscar aquí significaciones estrictamente correlacionadas con la actualidad puede llevar a engaño; aquello era otra cosa, aunque en el fondo siempre sea lo mismo: el reparto, el acaparamiento, la insatisfacción y el hartazgo... la lucha de clases. Y aun así, LA HUELGA es una obra capital, fundamental para entender los orígenes del cine en cuanto quiso emanciparse de su tradición teatral; no le vendría mal como aprendizaje a algún político y/o sindicalista hoy día, eso es seguro.
Saludos de un esquirol forzoso.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
3 comentarios:
vista hoy día tiene un montaje tan veloz que le da una apariencia casi de cine experimental. Los personajes son caricaturas pero cumple con su función didáctica o, más bien, propagandística. No es de mis favoritas de Eisenstein, demasiadas metáfores visuales, aunque tiene un final acojonante. No sé cuántos directores se atreverían hoy día a mostrar a un sicario arrojando al vacío a un bebé.
Esa secuencia es terrorífica. El otro día, viéndola, me dieron ganas de sublevarme...
Y en Alexander Nevski los teutones católicos arrojan a un niño vivo al fuego...
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