sábado, 5 de diciembre de 2009

La semana entera al sol

I VITELLONI (Los inútiles), fue la tercera película filmada por Federico Fellini y la primera en la que, con más descaro, el genio de Rimini empezaba ya a mostrar las constantes maestras de su cine. Esto es (o puede ser, claro), la intensificación de la melancolía; los grandes espacios que van mostrando espacios cada vez más pequeños; la insalvable diferencia entre una clase de personas y otras, cualesquiera que sean; y, por encima de todo, esa ensoñación que sólo le pertenecía a él, por tratarse de un sueño con los pies en la tierra.
I VITELLONI es, simplemente, la peripecia de un grupo de amigos en una pequeña población de provincias; unos hombres-niños que se resisten con todas sus fuerzas (rondan la treintena) a ingresar en ese mundo lleno de responsabilidades y sinsabores que es la maurez. Ninguno trabaja, sisan a sus protectoras madres, son habituales de tascas y billares y pasan el tiempo dando aburridos paseos por esa bahía que mostraría luego Fellini en LA STRADA, tan cargada de connotaciones metafísicas como vacía de ampulosidad. Una especie de LOS LUNES AL SOL dada la vuelta, pues aquí el trabajo es el monstruo que no se quiere tocar. No hay más que ver la excelente escena en la que uno de los "inútiles", que ha dejado embarazada a su novia y ha tenido que casarse forzosamente, es recomendado por su padre para trabajar en una tenebrosa tienda de reliquias religiosas, mientras sus amigos (la tentación) pasan por delante del escaparate, mofándose de su "reclusión", mientras van camino de la taberna. Mención aparte merece la espectacular escena de la fiesta comunal, especie de orgía desprejuiciada en la que todas las vergüenzas son puestas al descubierto y que concluye en una terrible mañana de holocausto resacoso, con un Alberto Sordi ebrio y desgarrador, que da el descabello a una historia mucho más amarga de lo que uno presuponía al inicio. Mientras el neorrealismo trataba de dotar de dignidad a los que les fue arrebatada la misma tras la guerra, Fellini dirigía su cámara a otra parte, a los que prefirieron la evasión, a los que nunca fueron héroes.
Saludos inútiles.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!