miércoles, 25 de marzo de 2009

Reescribir la historia

THE ASSASSINATION OF JESSE JAMES BY THE COWARD ROBERT FORD. Pongo ya el título porque si tengo que repetirlo me quedo sin reseña que valga.
Andrew Dominik es uno de esos jóvenes directores que va a dar mucho que hablar de aquí a poco; un director a lo Fincher o a lo Aronofsky, interesado en explorar, en arriesgar, incluso exponiendo un posible reconocimiento. Quizás por eso pasó esta colosal cinta tan desapercibida, por no mirar tanto a las necesidades del voraz espectador contemporáneo e intentar desarrollar una historia llena de matices y dobles sentidos. Para entendernos, la película vendría a ser un cruce bastardo entre THE DEPARTED, de Scorsese, y las amorales aventuras del Ripley de la Highsmith. Son 160 minutos, sí; y a veces parece que se va a quedar corta y otras que le sobra la mitad. Pero me parece que desarrollar esta compleja historia, en la que todos se esfuerzan en ocultar sus verdaderos propósitos, justifica dicho metraje. La azarosa vida de Jesse James ha sido abundantemente mostrada tanto en literatura como en cine; aquí, Brad Pitt le da vida más que correctamente (algo está cambiando en este muchacho), sin tirar en exceso de sus habituales tics. Digamos que estamos ante un extenso tratado sobre la cobardía, sobre el peligro latente de los cobardes, aunque yo no estaría tan seguro. La banda de James se disuelve tras un último atraco y éste, receloso, va en busca de cada uno para asegurarse de que no le van a delatar; todos temen a Jesse James, pistolero de carácter impredecible, padre de familia durante el día y sanguinario forajido por la noche. Sin embargo, por ahí andaba un tal Robert Ford, el hermano pequeño de uno de los integrantes de la banda. Ford logra ganarse a James con sutileza, adoptando sus modos y con la dosis justa de adulación. Durante la primera parte del film, casi todo lo que vemos es esta ceremonia de asimilación, el gran acierto llega en la segunda parte, donde se produce un intenso juego emocional-psicológico. Intuimos que James ha descubierto las intenciones de Ford ¿le matará?... No, inmediatamente después de una humillación viene la amistad, la camaradería. Dominik descoloca continuamente al espectador, Robert Ford, Casey Affleck, imponente, con trazas de grandísimo actor, es esa hormiguita capaz de controlar todo lo que pasa a su alrededor, un falso cobarde, un trasunto de Ripley trasladado al marco de un extraño, casi metafísico western. Y al final, una más que saludable sensación: hay vida más allá de Eastwood.
Saludos cobardes.

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