lunes, 16 de marzo de 2009

Esos locos maravillosos

Hay una línea tan delgada que apenas es perceptible, se trata de la línea que separa a los locos de los cuerdos. Yo tengo mi propia teoría al respecto y casi nadie la comparte conmigo ¿qué le vamos a hacer?
Hace unos pocos meses, me ocupé aquí de una peli de esas que los entendidos llaman "de culto"; se trataba de DONNIE DARKO y, la verdad, no creo que sea para tanto. Pero ya se sabe, el absurdo concepto de "nuevo y viejo". Porque si aquélla era novedosa, entonces ¿cómo denominaríamos a HARVEY?
HARVEY es una de esas comedias de los años cincuenta repleta de actores solventes, diálogos eficaces y una puesta en escena convencional, tirando a teatral ¿Qué podría hacerla especial entonces? Tengamos en cuenta que se trata de un título bastante olvidado del artesano Henry Koster. Bien, antes que nada, sería preciso aclarar que la similitud entre ambas cintas, con más de cincuenta años de diferencia, es la enigmática figura de Harvey, un conejo gigante que en la película protagonizada por Jake Gyllenhaal no terminaba de quedar clara su verdadera naturaleza ni función; por su parte, en el film de Koster, Harvey no aparece nunca, ya que la baza de la trama es jugar con la dicotomía del loco que ve un conejo gigante y los "cuerdos", que quedan perplejos ante tamaña broma. El genial James Stewart encarna aquí a un solterón de costumbres sencillas que vive con su hermana y su sobrina, las cuales acabarán por intentar internar a Stewart en una clínica mental. Todos le dan por loco, pero el carácter bonachón y afable de Stewart termina por imponerse en la mayoría de los casos. Sí, la película no pasaría de ser una agradable comedia de la Universal si no se nos planteara una última y problemática pregunta: ¿Quién es el loco? Porque la única persona aparentemente normal es la que es acusada de loco porque dice ver algo que el resto no puede... ¿les suena de algo este dilema? No será hasta casi el final, cuando el director del sanatorio le confiese que también ha visto al "Pooka" (ésa es la curiosa especie a la que pertenece Harvey) y que le permita quedarse con él, pues estos seres tienen la habilidad, además de predecir el futuro, de conceder ciertos deseos a quien les acompañe. Una vez más la cordura prevalece en el inolvidable personaje de Stewart, pues prefiere acceder a los deseos de su "amigo" antes de convertirlo en un acto de posesión. Precioso epílogo para una comedia aparentemente inocua y que esconde bastantes dardos envenenados contra la "normalidad establecida".
Saludos que no se ven.

2 comentarios:

Kinezoe dijo...

Nunca entendí cómo una cinta tan magistral como "El Invisible Harvey" (una de mis películas favoritas de todos los tiempos) ha podido pasar siempre tan desapercibida para el gran público.

Aparte de presentarnos esa interesante dualidad locura/cordura, en la que los personajes más cabales son precisamente aquellos que son tomados por locos, James Stewart se marca en esta inteligentísima comedia uno de los mejores papeles de toda su carrera: su entrañable Elwood P. Dowd destila bondad, humildad y ternura por los cuatro costados. Es imposible no fascinarse con el larguirucho de Jimmy en esta genial obra de Henry Koster. Para quitarse el sombrero.

Permítaseme una cita extraída de la versión original:

Years ago my mother used to say to me, she'd say, "In this world, Elwood, you must be" - she always called me Elwood - "In this world, Elwood, you must be oh so smart or oh so pleasant." Well, for years I was smart. I recommend pleasant. You may quote me.

Saludos!

dvd dijo...

Vaya, me alegro de que te gustara... Ya no se hacen comedias así ¿verdad?

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!