domingo, 1 de marzo de 2009

Capri inacabable

Hasta cuando quería bajar a la tierra (ya no quiere) y mezclarse con los humanos, Jean Luc Godard seguía conservando ese aire marciano o divino o desquiciado, esquizoide... qué sé yo; nada menos que un director de cine empeñado en subvertir todas las leyes del séptimo arte y convertirlo en arma arrojadiza. Godard tiene, en medio de su extensa filmografía, tres o cuatro films "convencionales", con un argumento que puede llegar a ser inteligible y con un patrón narrativo que, sin ser mundano, se adapta a las necesidades de un espectador-tipo.
Por ejemplo, LE MÉPRIS; donde Godard enmascara su propio desprecio hacia el mundillo de los directores, productores, actores, "ese hatajo de endiosados paletos engreídos", para contar una historia de no-amor. No desamor, porque el nudo invisible que aquí une al escritor en crisis, el escritor vendido al cine, y su mujer, caprichosa y liviana, no llega a romperse tras el incidente que Godard introduce inteligentemente como elemento desestabilizador: una supuesta (nunca vista) infidelidad consentida con el productor norteamericano que admira más el culo de la Bardot (y quién no, amigos) que el ingenio por demostrar de Piccoli. Historia por tanto de impotencias, malentendidos e incapacidades, que sólo puede despeñarse por el barranco de la ira, a veces contenida, otras inflamada, en forma de bofetón, de insulto hiriente o simple y puro desprecio.
En el odiséico marco de Capri, este insólito triángulo se esquiva y se choca, unos con otros, atropelladamente; cada uno tiene sus motivaciones y las defiende, incluso irracionalmente. Es el momento sublime en el que el ser humano menos se parece a un animal, cuando desprecia a sus semejantes. En eso, Fritz Lang. El viejo maestro que también vende su olvidado arte y que alecciona al orgulloso escritor sobre la futilidad del hombre y su orgullo mientras aparecen por doquier las mudas estatuas de aquel helénico pasado glorioso... glorioso, pero pasado para siempre.
Descubrir a este Godard es descubrir el color y su importancia, aprender sobre la exacta ubicación de los cuerpos en espacios abiertos y cómo un tema universal puede ser abordado de muy diversas maneras si se posee el suficiente talento para ello.
Saludos homéricos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!