viernes, 31 de octubre de 2008

Un espíritu devorador

Dos, para ser más exactos... O tres, si prefieren incluir al díscolo Lope de Aguirre en su mismidad ex-cinema.
Y ésa sería la clave del profundo caos que parece presidir el metraje de AGUIRRE DER ZORN GOTTES, de Werner Herzog. Y es que tanto el tan a menudo insoportable Klaus Kinski, como el propio Herzog, que tampoco le iba a la zaga en cuanto a lo del ego, chocaron frontalmente en esta visceral película, poseedora de una belleza primaria, casi pictórica.
Quien haya leído "La aventura equinoccial..." de Ramón J. Sender, se habrá dado cuenta de la irremediable imposibilidad de simpatizar con don Lope de Aguirre, un lunático (bueno, uno de tantos) que fue en busca de El Dorado en aquellos nada dorados tiempos en los que el centro del universo se desplazó de Roma a España. El bueno de Lope de Aguirre no sólo llevó a la muerte a todos cuantos le siguieron, con motines, disputas y ejecuciones por medio, sino que, tocando el fondo de su locura, se desposó con su propia hija para fundar un linaje nuevo y puro... en fin.
Volviendo al film, habrá quien lo encuentre excesivo y desproporcionado, pero teniendo en cuenta la excesiva y desproporcionada forma de filmar de Herzog y lo estrambótico de la biografía del personaje principal, a mí no se me ocurre ahora mismo una visión más adecuada. Son muchos los que la han comparado con APOCALYPSE NOW; no sé, me cuesta equiparar el europeísmo nada complaciente de Herzog con el estereotipo de Coppola (justificado, sí; pero estereotipado lo queramos o no) adaptando a Conrad. Lo cierto es que salvando la accidentada travesía por el río (todo el film es un inacabable viaje hacia ninguna parte) pocos argumentos más sostienen esa teoría. El cine de Werner Herzog (sobre todo el que contiene a Kinski, su otro yo en pantalla) nunca es tibio, contiene un motor ruidoso y grasiento que lo mantiene en marcha y su terrible ruido es capaz de espantar a los espectadores menos avisados. No se puede encontrar en sus sucias epopeyas ni rastro de gloria histórica, pues el director alemán parece complacerse más en revolcar a dichos personajes históricos en su propia miseria, sin apenas oportunidad de redención.
Para los que se dispongan a descubrirla: atención al primer y larguísimo plano inicial, donde apenas se ven diminutas formas humanas descendiendo por un abrupto paisaje montañoso, entre brumas y la envolvente música de Popol Vuh. Es lo que yo llamo arriesgar en cine.
Saludos desquiciados.

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