jueves, 30 de octubre de 2008

Infinitas posibilidades

¿Qué pasaría si los seres humanos hubiesen sido raptados de la Tierra, transportados a otro planeta por seres gigantescos y más avanzados, despojados de sus derechos y convertidos en sus mascotas? Imaginen... imaginen.
Eso es, precisamente, lo que hizo René Laloux hace ya veinticinco años en una de las películas más extravagantes que jamás haya visto servidor de ustedes. En LA PLANÉTE SAUVAGE, se parte de esta base, tan inverosímil como probable, y, además, se aprovecha el espacio abierto que ofrece este expansivo argumento para crear todo un mundo sobrenatural, con un ecosistema propio y unas criaturas inexplicables con conductas y modos autóctonos; es decir: a partir de una historia sencilla (aunque difícil de digerir) se inventa todo un universo de sensaciones que quieren ser originales a toda costa. Éste quizás sea el bien más escaso en el cine actual, por no hablar del de animación, basado en trilladísimas directrices intercambiables y reciclables.
La primera escena de este fascinante film nos muestra a una madre Om (así son llamados los "hombres" por los Draags, sus "dioses") con su hijo en brazos, corriendo despavorida; de repente, una gigantesca mano azul surge del cielo (sólo vemos la parcialidad del espacio que al director interesa) y golpea suavemente a madre e hijo, que salen rodando, despedidos como simples juguetes. Y esto se repite una y otra vez, por lo que la primera sensación que tenemos es la del mito de Sísifo, luchando de manera imposible contra su vengativo dios. Sin embargo, una vez ampliado el plano, vemos que la mano azul pertenece a una extraña criatura, un Draag, un Draag niño, para ser más exactos, que sólo se divierte con sus "mascotas". La primera en la frente. El espectador, si no es un estúpido zoquete, queda advertido con una sencilla imagen de una máxima universal: todo es relativo. Y que esa absurda idea de que el ser humano es el centro y medida de todo no es más que una patraña para que los violentos sigan imponiendo sus mierdas de leyes a base de guerras. A lo largo de todo el metraje de LA PLANÉTE SAUVAGE, se busca incesantemente, con urgencia, una tregua entre los gigantescos Draags y los diminutos Oms; una coexistencia que aquí, en la vida real, parece tan difícil de conseguir incluso entre miembros de una misma especie.
Saludos civilizados.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!