El otro día me llegaba un supuesto video muy cómico, en el que una reportera, con la mejor de las intenciones, palmeaba a un robot de ultimísima generación, que supongo debe costar billones, y que era presentado como el futuro en cuestiones laborales, al soportar una carga de trabajo impensable para un humano, con el resultado de tan excelso prodigio mecánico dando un caretazo que ni Pepe Viyuela y su escalera. Sin reírme lo más mínimo, pensé en el emperre de mecanizarlo todo con la falacia de hacernos la vida "más confortable", cuando lo más probable es que las máquinas, de tener conciencia, nos mandarían a freír espárragos a la menor ocasión, antes de dejarse humillar en cualquier festival hi-tech. Como antídoto infalible, propongo el visionado de LA CHIMERA, la preciosa y doliente fábula de Alice Rohrwacher, que demuestra que probablemente sea la cineasta con más corazón (y es una cualidad inestimable) de una actualidad cinematográfica, a menudo imbuida en sus mierdas intelectualoides. LA CHIMERA es una (otra) maravilla de narrativa naturalizada, a la que cuesta cogerle el pulso al principio, pero que (en genial analogía) guarda valiosísimos tesoros en su emocionante trama. Tenemos al protagonista, Arthur, una especie de zahorí de reliquias, que se establece en una zona supuestamente infestada de tesoros etruscos, aunque su obsesión sería encontrar a su amada, cuyo recuerdo es opacado por la codicia de ladrones y marchantes. Rohrwacher narra sin que sobre una coma, con pulcritud pero sin temer mancharse de barro, de amores y amoríos, de amistades e intereses, y de soledades y camaraderías; y su cine pertenece (lo dije respecto a LAZZARO FELICE, su gran obra maestra) a una época que, aun sintonizada con la actual, nos lleva de cabeza al tiempo de los abrazos, en los que la maldad podía ubicarse con facilidad, sin posverdades, y neutralizar sus plagas y enfermedades, invisibles pero letales. Ver al robot caerse de bruces parece divertido, pero preguntémonos por los agraviados a los que nadie cita.
Una fiesta para cualquier cinéfilo. Imprescindible y hermosísima.
Saludos.
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