Pensaba estructurar esta reseña del mismo modo en que Yorgos Lanthimos lo ha hecho con KINDS OF KINDNESS, su último trabajo; esto es, en tres episodios que a simple vista pueden parecer distanciados unos de otros, pero mantienen un hilo común que, curiosamente, termina por ser el mayor lastre de esta especie de epopeya de la "incapacidad moral", siempre según el punto de vista de un autor cuyo grado de misantropía ha decrecido paralelamente a su necesidad de "hacerse entender" en un mundo tan devaluable como es el del circuito comercial. No lo haré por tanto, y me quedaré con lo mejor y lo peor, que son, por orden, el trabajo de Jesse Plemons en el primer segmento, que incomprensiblemente se desarrolla sólo a medias, dando paso a otros dos de mucho menor interés. En este inicio, el protagonista, un hombre de vida acomodada, es requerido por su jefe para realizar diferentes actos de obediencia ciega; a la negativa de uno de ellos, pierde sus privilegios, y con ellos prácticamente toda su vida. La intención de Lanthimos es clara: caligrafiar nuestros miedos y servidumbres habituales, despojándolos de sus máscaras sociales, lo que redunda en una escatología del exceso a veces estomagante, y que en este film apenas logra rozar en algunos pasajes bien ejecutados, llegando a evocar aquel shock primerizo que era CANINO, del que ahora sólo conjuga repeticiones lujosas pero sin alma. Más o menos lo que parece querer denunciar el director griego, pero cayendo en su propia emboscada. El título de la reseña hace referencia al desenlace, que me hizo resoplar, por manido y cansino.
Son casi tres horas, así que ustedes mismos.
Saludos.
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