viernes, 11 de enero de 2019

Pequeñas esperanzas



Nada menos que treinta años cumple LA VIE ET RIEN D'AUTRE, en la que Bertrand Tavernier abundaba en uno de sus temas capitales. El sinsentido de la guerra, las ínfimas pero cruciales muestras de humanidad donde ésta ha sido pisoteada y las necesarias reflexiones que llevan a pensar que nunca hay ganadores, tan sólo derrotados. Es éste un film atípico, puesto que Tavernier lo sitúa dos años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y se centra en la figura de un comandante, Dellaplane (un inmenso Philippe Noiret), al que se le ha asignado la ingrata tarea de recuperar e intentar identificar a los numerosos soldados franceses caídos en combate y que aún entonces seguían desaparecidos. Dos sucesos hacen tambalear la metódica vida de Dellaplane: el requerimiento del gobierno francés de elegir al soldado desconocido que quedará inmortalizado a los pies del Arco del Triunfo y la llegada de una misteriosa mujer (Sabine Azéma), de porte aristocrático, con la intención de encontrar a su marido, de quien no sabe nada desde el fin de la guerra. Tavernier elabora un inteligente y sutil discurso antibélico, sin destruir puentes, con su emocionante humanismo como estandarte principal y apoyado en sus intérpretes, que parecen afectados por la desorientación de aquel sangriento conflicto, e incapaces de definir cuál ha de ser su nuevo lugar en un mundo que ya no es el mismo. Una película densa, exigente, pero al mismo tiempo cargada de elocuencia y sinceridad, sobre todo en una parte final imponente, que yo colocaría como algunos de los más grandes minutos filmados por este maravilloso director, al que nunca me cansaré de reivindicar como merece.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!