jueves, 24 de enero de 2019

Clément de pleno #19



Termina hoy el monográfico dedicado a René Clément, en el que han quedado de manifiesto dos cosas: la conveniencia de repasar filmografías de directores "no-tan-consagrados", con lo que se descubren todas esas joyas ocultas y se pone en perspectiva eso tan discutible de la "modernidad", mientras que personalmente he constatado lo que ya sospechaba, que es la falacia de quienes han sostenido el desprecio de los adalides de la Nouvelle Vague por directores como Clément, cuando lo que quisieron no era otra cosa que otorgar cartas de autoría a cineastas a los que la crítica convencional deshonraba como simples "artesanos que conocían su oficio". Sea como fuere, no es precisamente LA BABY SITTER, su último film, de 1975, el mejor exponente para defender una filmografía tan rotunda como la de Clément, por mucho que estén contenidas en ella muchas de sus constantes más reconocibles. Se trata de un thriller que transcurre en Roma, donde una chica establece un vínculo afectivo con una actriz de medio pelo tras ser arrollada por el taxi en el que viajaba. A partir de aquí, y de no ser por el oficio (sí, ya lo sé) del propio Clément, la historia sería un despropósito absoluto, al organizar una trama criminal en base a unas cuantas casualidades y coincidencias, que desembocan en el doble secuestro de la chica y el hijo de un millonario, al que cuida por las noches, por parte de una especie de minibanda en la que tiene que ver la actriz, que además de los motivos económicos incluye un odio visceral hacia el millonario, que la despreció varios años atrás. La película parece realizada y montada a toda prisa, casi como un falso anzuelo sin mucha sustancia, y cuyo principal reclamo consiste en su duo protagonista femenino, compuesto por dos actrices tan diferentes como la etérea Maria Schneider y la hoy semiolvidada Sydne Rome, que tanto couché acaparó en aquellos años. Completaban el reparto (como buena coproducción internacional) el televisivo Robert Vaughn y el malogrado Vic Morrow.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!