martes, 8 de enero de 2019

Atril mineral



Nada menos que ocho años tardó Panos Cosmatos en estrenar su segunda película, ya que la primera, BEYOND THE BLACK RAINBOW, es de 2010, aunque su repercusión dista mucho de considerarse mínimamente relevante. Y, vista hoy, y a menos que la tratemos (benévolamente) como una especie de cuaderno de pruebas para MANDY, sin ser decepcionante, sí que ingresa directamente en la magra lista de "extravagancias prescindibles", también llamadas "cine de gente sin abuela"... Su mezcla de futurismo claustrofóbico (me recordó, sobre todo, a THX 1138, de George Lucas), obsesión por la estética modernochentera (otra vez el film se abre con la cifra 1983) y jugueteo con el horror cósmico lovecraftiano, termina por ser estomagante casi por fuerza y por mucho que nos esforcemos por valorar el despliegue de medios visuales, acertado sólo a veces. La trama no es que sea mínima, que también, sino que se repite una y otra vez, al menos durante la primera parte del film, mientras que la segunda eleva un poco las pulsaciones a base de truculencia malsana. Sí, la estructura es calcada entre ambos trabajos, y si en la de ayer el despendolamiento lo ponía un desaforado Nicolas Cage con una sed de venganza infinita, aquí pasa lo mismo pero en la figura de una especie de mad doctor que sufre una extraña ¿mutación genética? ¿metamorfosis diabólica? Lo mismo da, pues cada secuencia está programada para golpear los sentidos, aunque de manera directa, sin ningún giro narrativo ni ensayo de extrañeza perceptiva. El resultado es una estimable ópera prima en el espectáculo meramente visual, pero con un argumento que, despojado de todo artificio, es ñoño y mundano a partes iguales. Aun así, a Cosmatos hay que echarle el ojo, aunque también exigirle algo más de originalidad, claro.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!