lunes, 28 de enero de 2019

Literatura y cine



Nosotros escribimos sobre cine, lo hacemos sin mayor ambición que completar la pasión que nos produce ver películas, expandir lo que sólo está ligado a la experiencia íntima. Si es mejor el libro o la película ha dejado de ser una frase hecha para refundar toda una teoría acerca de las adaptaciones literarias, pero es menos usual de lo que se cree encontrar alguna película que, respirando su propio aire, sólo pueda existir gracias al alma del texto original. BUH-NING es la particularísima visión de Lee Chang-dong sobre un relato de Haruki Murakami de apenas veinte páginas, y que el director coreano bestializa hasta unas dos horas y media que parecen suspendidas en el aire, al mismo tiempo que asesta algunas de las dentelladas más mortíferas del cine reciente. Sin artificios, apoyado en la palabra (y sobre todo en la que no se dice) y en unas actuaciones reluctantes, el autor de obras como SECRET SUNSHINE o POETRY, y que llevaba ocho años sin rodar (su filmografía abarca seis películas en más de dos décadas), consigue elaborar una misteriosa reflexión sobre las relaciones humanas, sus meandros y apeaderos, revistiéndola con una especie de aura dolorosamente terrenal, cerca del cine negro tanto como de la denuncia social, aunque me inclino más por la imposibilidad de mostrar un rencor y desencanto por el sistema de valores actual, prefijada dicha inviabilidad en un tétrico y desdibujado triángulo, no se sabe si amoroso, existencial u otra cosa aún más inaccesible. Es vano buscar un hilo argumental más allá de lo poquísimo que podemos ir engarzando a medida que asistimos a los encuentros, que van de lo fantasmal a lo directamente masoquista, de estos tres personajes: un joven de extracción humilde que sueña con ser escritor, la misteriosa chica a la que no veía desde la niñez, que a su vez le presenta a otro joven, este adinerado, con el que ha vuelto de un improbable viaje a África. Más que una interrelación al uso, lo que BURNING propone es una calmosa estampa del desastre, quizá del rencor sordo de la clase social que se esfuerza cada día para caer como Sísifo, mientras existe una fracción social que acumula riquezas sin esfuerzo y sin ofrecer explicaciones plausibles. Ahí podría haber un retazo cognitivo, aunque otro bien podría ser una nueva vuelta de tuerca al relato Antonioniano, donde la desaparición de un personaje sin previo aviso se convierte en el tema principal o incluso en un nuevo personaje, capaz de influenciar todos los movimientos y palabras de quienes, como una maldición, han de quedarse para contarlo. El final, tan sobrio como explosivo, sigue sin ofrecer ninguna explicación, pero quizá, como al personaje principal, al menos pueda darnos algo de alivio, aunque ni siquiera estemos seguros de por qué...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!