sábado, 20 de octubre de 2018

Estrella azul



Por su idiosincrasia, de estética melancólica y profunda, quizá sea el jazz el género musical que con más facilidad y autonomía se adapta a la revisión cinematográfica. Ya sea como ritmo interno, creador de atmósfera o, en este caso, como biopic de una de esas figuras cuasimíticas, tocando con una mano el cielo y con la otra el infierno y reflejando en sus imposibles improvisaciones su dificultad para encajar en "el mundo normal". Puede que Chet Baker fuese el gran Maverick de la época dorada del jazz, la que abarca los 50 hasta los 70, ya fuese por ser de los pocos blancos que nunca intentó ir por el camino de los negros, sus muchas adicciones que le acompañarían durante toda su vida o la extraña conexión vital que siempre mantuvo con la beat generation, puede que por la imposibilidad de desvincular su propia vida y circunstancia de su tristísima música. BORN TO BE BLUE intenta abarcar todo eso, pero desgraciadamente se queda a medias; en ningún momento parece que vayamos a paladear verdadero jazz, que nos bañen las luces azules del mítico Birdland o que la sucesión de celebridades nos vaya a arrancar una mueca de asombro. El film tiene la virtud de acercarnos un Baker íntimo y fuera de las convenciones del biopic más previsible, pero no hay nada aquí que no supiéramos ya de antemano, por lo que se ve sin sobresaltos y, claro, se acuerda uno del excelso guion de Tavernier en ALREDEDOR DE LA MEDIANOCHE, que ya es otra cosa. Pero aunque sólo sea por ver cómo Ethan Hawke realiza un trabajo antológico, haciendo suyos la voz y la música de este gran músico, merece la pena echar un vistazo a aquel tiempo suspendido que no volverá, pero que es extrañamente eterno.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!