miércoles, 12 de diciembre de 2018

O cinema ao lado #1



El pasado festival de Valladolid, atento siempre a las tendencias más interesantes del cine europeo, y como ya hiciese el de Sevilla hace unos años, desplegó un extenso mapa sobre la última cinematografía portuguesa, que pasa por ser una de las más originales y renovadoras del viejo continente. Espor ello que me parece de justicia, además de un placer, traer un título a la semana y comprobar de primera mano lo cerca y lo lejos que tenemos a ese país fascinante y único, con un sentido de la cultura en el que deberíamos mirarnos más a menudo. Y qué mejor para comenzarlo que una de las películas más importantes (y nos quedamos cortos), bellas, originales y emocionantes de los últimos años. Hablamos de O ORNITÓLOGO, maravilloso viaje de inclasificable melodía y texturas, a mitad de camino de Buñuel, Bergman o Manoel de Oliveira y, sobre todo, un soplo de aire fresco y desprejuiciado, que encuentra su sentido despojándose de cualquier solemnidad y desembocando en una hermosa lección, de vida tanto como de cine. Acompañamos a Fernando, un ornitólogo que disfruta en la soledad de los montes entre Galicia y Portugal (la bellísima región conocida como Trás-os-Montes) observando y tomando notas de la rica fauna. Fernando sufre un accidente y, dado por muerto, es rescatado por dos mujeres chinas que se habían perdido mientras hacían el camino de Santiago. A partir de ahí, es complicado intentar hilar una aproximación argumental que no se pierda entre la rotundidad formal de Rodrigues (excepcional documentalista) y la alegoría religiosa, con constantes referencias a la figura de San Antonio de Padua, considerado como "aquel santo naturalista, que predicaba tanto a hombres como a animales", y cuyo espíritu parece residir en algún rincón del propio Fernando, que aunque se confiesa ateo también tiene ese amor inmenso por la naturaleza, alejado de los vicios mundanos de los hombres.
Es una película que hay que ver, primero para descubrir una visión única, la de un cineasta sin miedo a despeñarse por caminos intransitados para obtener una voz propia, pero también para asistir de primera mano a un espectáculo visual que en ocasiones pasa de lo fantasmagórico a lo gozoso. Una obra, de hecho, que nos hace reencontrarnos con nosotros mismos, ahora que tanto lo necesitamos.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!