sábado, 26 de julio de 2014

El asesino inmóvil



Otra de esas películas que mi subterráneo imaginario ha ido rescatando del olvido más absoluto es una curiosa producción australiana de cuando en Australia se invertía para el cine. PATRICK fue una especie de moderada conmoción en el panorama del fantaterror, un frío y malsano retrato de una personalidad malvada y destructiva. Hasta ahí, son muchas las referencias respecto al cine que se ha ocupado de los psicópatas y asesinos en serie... Con una particularidad: Patrick, el tipo en cuestión, no puede moverse; de hecho, está en coma, lo que de entrada ya es lo suficientemente original y estimulante. Aun con sus carencias, sobre todo de índole técnico, la volví a ver hace poco y llevéme una agradable sorpresa. El film no sólo ha envejecido poco, sino que le da sopas con honda a la horda de digitalismo imperante hoy día, al fiarlo todo a un ingenioso guion (con un prólogo escalofriante y mítico para cualquier buen aficionado) y a un puñado de buenas interpretaciones. La británica Susan Penhaligon (llamada la Bardot inglesa) está magnífica como la sensible y luchadora enfermera Jacquard y Robert Helpmann (casi el Fred Astaire australiano) da vida al inquietante médico y rector de la residencia donde se desarrolla toda la trama. Pero sin duda, lo que ha pasado a la historia es la impertérrita expresión de un actor cejijunto y de ojos claros, Robert Thompson, quien sin moverse ni decir una palabra es capaz de provocar más de un sobresalto. Yo la recomiendo por la hábil dirección del siempre solvente Richard Franklin y por intentar dar un paso más allá, sin plegarse a convenciones gastadas del género. Y además te deja el cuerpo regular...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!