viernes, 6 de julio de 2012

Ozu en Viernes #13



TOKYO NO YADO (UN ALBERGUE EN TOKIO), de 1935, es una película que no sólo es que no haya perdido vigencia, sino que puede ser vista con notable estupefacción hoy día (caso de que se busque a Ozu como referencia) por lo poco que han cambiado las cosas y cómo las mismas cuerdas siguen pulsándose en un devenir, el humanista, que da buena cuenta de las desigualdades sociales y toda su cuenta de controversias y agobios, que son los que lleva padeciendo el hombre moderno tras venderle su alma al capital. De nuevo una familia monoparental (obsesión o asidero para el maestro japonés), aquí un pobre hombre que llega a Tokyo con sus dos hijos, sin dinero y con la esperanza de poder empezar algo parecido a una vida digna. Los héroes de Ozu no son tales, son personas de carne y hueso, con sus traumas y debilidades; y se nos quiere dejar claro que no pueden con toda la carga que les es impuesta, lo que somatiza la posible fábula humanista y la convierte en un mero espectáculo acerca de la solidaridad, la miseria y una infancia arrebatada, donde los niños asisten impasibles al cruel espectáculo de la vida. El protagonista (un Takeshi Sakamoto francamente conmovedor), un desterrado, un paria de sí mismo, no ve salida alguna a su situación; recoge perros abandonados y los entrega por el equivalente de una comida diaria; por las noches, comparte la sordidez de un albergue junto a otros como él. Un día la fortuna parece sonreírle al encontrar a una vieja amiga que le proporciona techo y trabajo, lo que este hombre, con toda su buena voluntad, aprovecha para echar un cable asimismo a una mujer que vagabundea con su pequeña hija. Y como no somos perfectos, y como eso Ozu lo remarcaba con maestría, la solidaridad, en un mundo insolidario, crea desafectos, equívocos y marca el destino de esas almas a la deriva que son arrojadas a la pobreza bajo la mirada indiferente de quienes marcan esos destinos sin asumir responsabilidades. Por eso, uno vuelve a ver TOKYO NO YADO y no está viendo 1935, está viendo 2012 y está viendo una maldición que no cambiará jamás. Maravillosa.
Saludos bajo techo.

2 comentarios:

Jon Alonso dijo...

Amigo, Indéfilo. Lo ha dicho todo este apetitoso trozo de sushi (Un albergue en Tokyo), es la cita del viernes, todavía. El tiempo no pasa, se gana o se eterniza con Ozu. Lo cauteriza, la llama del maestro. Sobran los comentarios, inmenso film. Por cierto, menudo homenaje se marcó el martes con “Körkarlen”, vaya puntazo. No sabía nada del nuevo DVD con los extras de JP, gracias y un abrazo

dvd dijo...

A mí esta película me gusta mucho, la verdad; y no me parece asunto de menor importancia el uso que Ozu hace de la música de Keizo Horiuchi, una de las primeras compuestas expresamente para la película en sí.
Un saludo.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!