lunes, 9 de julio de 2012
Momentos para la historia
Cualquiera que quisiese dedicarse a coger una cámara, filmar algo y darle más o menos la forma de una película (hacer cine, en menos palabras), tiene el deber ineludible de ver BRONENOSETS POTYOMKIN (EL ACORAZADO POTEMKIN) unas cuantas veces; las necesarias, al menos, para fijar un sentido de la continuidad narrativa y luego poder alterarlo según la conciencia de cada uno. La vigencia de esta obra inmortal no está supeditada a motivos meramente cinematográficos, mucho menos históricos (su rigor, en este sentido, deja mucho que desear), sino que actúa como interruptor aliterable en un cerebro dominado por un puñado de reglas técnicas dadas por supuestas. Es casi como si Eisenstein estuviese seguro de la pazguatería de la masa enfrentada a la imagen filmada, de su incapacidad de análisis y quisiese esquematizar la forma de contar algo para realzarlo y dejarlo en evidencia irrevocable; convertir la imagen filmada en una papilla de tuercas y tornillos. Hay imágenes memorables en esta película, y se ha hablado mucho sobre ellas; toda la parte sobre el acorazado, la opresión de los marineros por parte de sus superiores, y, claro, el ensalzamiento de la lucha contra la injusticia, que tiene un durísimo colofón en la parte final. Los cañones perfectamente alineados dejan paso a una interminable escalinata. Es decir: que es mucho más efectiva la superposición de contrarios, en los que se incita a la sublevación sin saber que lo que vendrá después será una masacre en toda regla. Desde luego que hemos visto este esquema, después, miles de veces, pero parece decisivo que en un momento histórico en el que el cinematógrafo comenzaba a definirse como contador de historias y revelador de sensaciones, que alguien optara por dar relevancia al montaje por encima de la imagen en sí; o lo que es lo mismo: obtener el sentido de las imágenes a partir de su encadenamiento y, por tanto, cadencia. Si es verdad que han existido unos cuantos adelantos significativos a lo largo de la historia del cine, uno de ellos no cabe duda que fue la filmación de esta película rotunda y explosiva; un film que nos sigue mirando de frente, interrogándonos sobre la estupidez humana y devolviéndonos un puñado de imágenes que no pueden borrarse por mucho que se intente. Simplemente imprescindible.
Saludos en cubierta.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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