jueves, 19 de julio de 2012

Los niños insoportables



¿Se acuerdan de Peter Cattaneo? Sí hombre, aquel tipo que dirigió una peli llamada FULL MONTY... Bien, pues aún hizo tres o cuatro cosas más, ninguna con la repercusión de aquélla, pero todas con el mismo denominador común: el grave pasteleo. Y me explico. En el mundo de Peter Cattaneo todo es falso, ya que lo políticamente incorrecto pasa a ser correctísimo por un incomprensible afán de normalizarlo todo, incluso lo injustificablemente mediocre, o meramente tontísimo; algo que me recuerda, sobre todo, a las infumables teleseries españolas desde los años noventa para acá y sus reflejos cinematográficos, claro. En el Cattaneo's world no es que quepa cualquier improbable fantasía en una realidad social "verdadera" (me troncho), sino que el loco, el freak o a lo mejor el que simplemente es idiota, pasa a ser el centro de atención y a convencer a todo el mundo a su alrededor de que la normalidad y el raciocinio apestan, y que todos los problemas se pueden resolver si prescindimos de nuestra dignidad de personas sensatas. Así, el problema del paro (que no es cosa de risa) deviene en un bochornoso espectáculo de lorzas cuarentonas al desgaire de los vapores etílicos de unas pintas más puritanas de lo que quieren aparentar. Mientras, POBBY AND DINGAN, adaptación de un cuento novelado de Ben Rice, nos restriega en las narices algo muy parecido; en este caso una historia que empieza con puntos de interés para ir perdiéndolos en un océano inmenso de azúcar y naranjadas. Australia profunda, hay una veta de ópalos que hace tiempo que dejó de dar sus frutos, aunque los Williamson se resisten a abandonarlo en busca de un futuro mejor. Rex, el padre, es obstinado y está convencido de que la veta aún existe; Annie, su mujer, intenta convencerlo de que su situación económica ya es desesperada; Ashmol, el hijo, asiste impávido a las dificultades familiares; Kellyanne, la hija, está majara y dice que tiene dos amigos invisibles, los Pobby y Dingan del título. Podría haber sido una excusa, una metáfora, o simplemente un recurso narrativo; sin embargo, la novela de Rice era ambiciosa e intentaba dar un giro al mito de los amigos invisibles, con la maravillosa HARVEY como piedra angular. Al final, todo es maravilloso, la gente pasa de ser pobre a ser millonario y todos comen perdices; pero no se equivoquen, esto no es Capra, y la partida la gana, una vez más, la tontuna de estos tiempos, en los que tan difícil parece encarar los problemas de frente.
Saludos visibles.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!