martes, 24 de julio de 2012
Mucho ruido y pocas nueces
Ser conciso, en estos tiempos tan raros que nos han tocado vivir, es todo un lujo; quizá porque se piensa que el abrevadero lleno, aunque sea de mal condumio, ha de bastar para ser saciante. En un entorno de multicines supongo, pero esta es otra lucha. Reconozco que Kevin Smith es un cineasta que, sea por los motivos que sean, no me interesa casi nada. De Smith viene, sin embargo, una querencia que ha ido amplificándose a lo largo de las últimas décadas, la del humor "hablado", con el punto justo de escatología y aludiendo siempre a los recursos intelectuales del espectador, en lo que termina siendo un sugerente quid pro quo (tomaydaca en cristiano) que ha tenido su reflejo, sobre todo, en telecomedias de corte inteligente, pero sobre todo en esas cáusticas series animadas de cuyo nombre huelga acordarse a estas alturas de la película... ¿Qué es, entonces, RED STATE? ¿Un intento desesperado de redención? Creo que no ¿Un repentino ramalazo de madurez? No lo parece ¿Una jugarreta comercial? Puede ser, pero es demasiado despendolada para eso. Lo que yo veo en RED STATE es una tremenda incapacidad para mantener un solo pulso, fuera cual fuese el mismo. Así, lo que empieza como un buen acercamiento a los repugnantes fanatismos pseudoreligiosos que han convulsionado Norteamérica durante no poco tiempo, continúa en la liga del Nuevo Horror Francés (ya saben, MARTYRS, HAUTE TENSION...), donde Smith demuestra no desenvolverse del todo mal. Ahí pensamos que todo va a discurrir hacia un crescendo orgiástico (el montaje paralelo logra su cometido de incomodar e inquietar), un poco como un mórbido Tarantino o un desatado Zack Snyder. Error. Una vez están presentados los personajes, al director le da un ataque de locura y los pone a pegar tiros como en un mal exploitation, las muertes dejan ya de conmovernos y comienza esa demasiado familiar sensación de "esto ya lo he visto, copón". Un rutinario experimento (si me permiten el oxímoron) que no explota lo que tiene de bueno, por ejemplo, un excepcional Michael Parks con un sentido del monólogo fuera de lo común, pero que termina anestesiado entre tanto ruido... Tanto ruido vano, que sólo con un ruido mayor podía ponérsele fin al despropósito (si han visto la peli sabrán de qué hablo). Me da a mí que una sabandija tan reprobable como Fred Phelps (hablé de él y su cohorte hace algún tiempo en el otro blog) bien merecía un ataque más madurado, más vitriólico y sesudo, menos disparos y más palabras para quitarles la razón a quienes la buscan mediante la intolerancia. En fin, que no sé si me ha gustado o si me olvidaré de ella mañana; ya veremos...
Saludos bajo la cruz.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
5 comentarios:
Pues tomo nota. He vuelto lleno de mierda, desde las profundidades. La podré soltar a gusto con esta peli.
¿Pero qué ha pasado, maño?...
A mí Kevin Smith tampoco me interesa porque aunque parece ser un tipo simpático es un realizador que, sencillamente, no sabe hacer películas. Esta película en un dislate narrativo.
Me dio mucha pena porque el avance prometía y el papel del tipo mesiánico que hace el casi irreconocible Michael Parks daba para mucho más.
También creo que Kevin Smith se hace la picha un lío al intentar relativizar el bien y el mal y todo eso de quiénes son los buenos y quiénes son los malos.
Magnífico, a mí me ha llevado algunas palabras más explicarlo, pero es así exactamente...
Pues sí. Amigo, Indéfilo ha sido conciso y generoso dedicándole la reseña a un film que en qué mala hora perdí el tiempo con él. Malo donde los haya, histérico y sobredimensionada historia, que no aporta nada nuevo al panorama cinematográfico. El Sr. Smith, como actor de reparto en supreproducciones made in Bruce Willis le auguro un prometedor futuro, pero como realizador, Uff. En fin, desde mi flotarescate, un abrazo
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