lunes, 13 de febrero de 2012
Joven para siempre #1
Para quien conozca la fascinante novela original de Oscar Wilde, no es difícil que la terrible y muy paradójica historia de Dorian Gray, ese aristócrata y vividor que quiso permanecer joven para siempre, haya sido no sólo una gratificante narración, sino también una especie de aviso para navegantes, de muy rabiosa actualidad, me atrevería a añadir, teniendo en cuenta la obsesión por aparentar menos años de los que tenemos, casi una nueva religión de índole farmacológica y hasta quirúrgica. Personalmente, el aspecto que más me interesa de la novela de Wilde es el moral, perfectamente imbricado en el decadente Londres de finales del XIX, donde se comienza sugiriendo una insalvable escisión de clases que solía permitir cualquier perversión mientras, claro está, la imagen pública no se viese dañada. Son muchas las versiones que se han hecho, tanto en pantalla grande como televisión, y sólo en la primera década del siglo XX se tiene constancia de al menos cinco, aunque creo que la mejor sigue siendo ésta de 1945. Producida por la MGM, THE PICTURE OF DORIAN GRAY, aportaba el oficio y buen hacer de Albert Lewin, uno de aquellos sordos artesanos de la factoría; la solvencia del gran George Sanders, que finalmente es lo más sobresaliente del film; y la presentación en sociedad de quien pudo ser uno de los grandes galanes de la época, Hurd Hatfield, que desgraciadamente tenía poco más que su enorme atractivo físico. La película, sin llegar a ser una obra maestra, tiene unos diálogos fluidos y bien hilados, aparte de una cuidada ambientación y algunas sorpresas, como la inclusión de planos en color cuando Dorian Gray descubre su inquietante retrato (algo que no es sólo una anécdota, ya que valió el oscar a la mejor fotografía a Harry Stradling). Para los muy curiosos, además, señalar que su estrella femenina era la bellísima Donna Reed y que una pipiola Angela Lansbury también hacía una breve aparición. Es éste un film sobrio, elegante y perturbador, muy a tono con la novela y que sigue viéndose sin que haya perdido ni un ápice de su valor intrínseco... Y mañana, más...
Saludos, jovenzuelos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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