lunes, 29 de noviembre de 2010

La red antisocial



El último film de David Fincher viene que ni al pelo para hablar de otro, diez años en el tiempo, infinitamente más esclarecedor respecto a los problemas derivados de las actuales globalizaciones, así, en plural.
Porque lo que a simple vista parece un océano de información, actitudes, culturas, lenguajes y desafíos, no necesita estar compilado falsamente en un archivo, independientemente de la fisicidad del mismo. El mundo, la humanidad, posee su propio código de conducta interrelacionado (¡O no!, claro que sí), del que apenas nos llegan retazos, como los rayos lumínicos de las estrellas ya muertas; y sin embargo, era eso la humanidad, un fenómeno capaz de explicarse a sí mismo aun sin pretenderlo. Y Michael Haneke, ese gran director que jamás ha cesado de dudar, de preguntarse, de no dar nada por sentado, puso todo esto en imágenes sin nigún Facebook de por medio. CODE INCONNU es muchísimo más que una película coral, porque no lo es, porque lo interesante de la propuesta de Haneke es, una vez más, utilizar su espejo neutral para devolvernos nuestro propio reflejo, sea éste atractivo o aborrecible ¿Qué cuenta CODE INCONNU? ¿Acaso un tratado sobre la incomunicación? ¿sobre nuestros miedos e incertidumbres? Puede ser, pero me resulta imposible dotar a esta gran película de una línea que nos la haga más reconocible. Porque empezando por los niños sordos que intentan hacerse entender con juegos de adivinanzas; o la magnífica escena en la que un simple papel es capaz de desatar una vorágine de odio y prejuicios, incluso cuando ni siquiera son reales; o la inmigrante que no puede decir la verdad a su familia por la vergüenza de haberse convertido en mendiga; o la representación prostituida del propio rostro de una actriz (Juliette Binoche en un papel impresionante). Aunque todo podría quedar resumido en un vagón de metro y una situación que todos hemos sufrido alguna vez en nuestras carnes; en la imposibilidad de entender el porqué verdadero, las razones que mueven a un ser humano a humillar, por puro placer, a otro.
Se trata de una virguería narrativa de Haneke, capaz de poner en pie una historia monumental dejando que seamos cada uno de nosotros quienes juzguemos. Que yo sepa, no hace falta un Facebook para seguir incomunicados.
Saludos códice.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!