jueves, 11 de noviembre de 2010

Estados de ánimo



Elena Anaya interpreta a María, una madre de nuevo cuño, de las que sacan adelante a sus hijos sin macho mediante, que hace un inocente viaje a la isla de Hierro y en el ferry pierde a su pequeño, Diego; antes, hemos visto que María trabaja en una especie de acuario junto a su hermana, que también es joven, guapa y dinámica, que vive en un piso donde la tele brilla por su ausencia y que hay manzana antes de ir a la cama. No sé si saben por qué digo todo esto para hablar de una película que ni pasó ni pasará con pena, y ni mucho menos gloria; y es que HIERRO, en realidad, no cuenta nada, nada que nos haga pensar ni cuestionarnos nada, sino que nos ofrece un viscoso corolario de situaciones deformadas en las que su director/publicista llama a nuestros sentidos con los mismos mimbres que usaría en un anuncio de perfumes: atropellando música (sonidos) e imágenes en una infructuosa búsqueda de alguna virtud material. Y hay un momento verdaderamente sintomático y muy preocupante, en el que el señor Ibáñez, después de hacernos ver varios minutos de la madre vagando por las cenizas volcánicas, la hace coincidir inesperadamente, y a altas horas de la noche, con un coche conducido (¡casualmente!) por el detective que se ha hecho cargo de su caso; ahí ya desistimos del posible impacto o descubrimiento, sabemos que la cara desencajada de María, su sufrimiento gegado por la incertidumbre, es un simple instrumento para que un tipo que no volverá a hacer otra película nos enseñe su muestrario de juegos malabares. Una manzana antes de dormir... y a otra cosa.
Saludos férreos.

2 comentarios:

Crowley dijo...

Una película que hace aguas, a pesar de tener algún momento destacable, el conjunto es bastante pobre.
Una película en la que uno sabe en todo momento qué va a ocurrir.
Saludos

dvd dijo...

Es un curioso ejemplo sobre cómo un inútil integral puede tirar por la borda una idea más que interesante; Hitchcock, con un 2% de lo que maneja Ibáñez, hacía obras maestras absolutas... En fin...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!