viernes, 12 de noviembre de 2010

Remover el pasado, apuntar al futuro



LOS CONDENADOS se presentó el año pasado en San Sebastián con los honores propios de la expectación que prometía la impecable carrera de Isaki Lacuesta; como debía ser, dividió. Casi nadie entendió las verdaderas intenciones de esta compleja vuelta de tuerca al tema de los fantasmas de la guerra, de la conveniencia o no de desenterrar los cuerpos, a los rencores con ellos; un tema del que en este país sabemos un rato porque todos lo quieren hacer suyo, llevarlo a su terreno sin tener en cuenta lo más importante: los muertos merecen respeto. El ejercicio de Lacuesta, por tanto, merece la pena por el controvertido salto mortal que ejecuta, indudablemente más preocupado por no dejarse a nadie por el camino que por la mera denuncia, lo que le descarga considerablemente de los eufemismos morales a los que el cine patrio nos acostumbra demasiado a menudo.
Martin (sensacional contención, casi ascética, de Daniel Fanego) es un antiguo exiliado que acude a la llamada de su antiguo camarada, Raúl, que ha organizado una serie de excavaciones en la selva de manera completamente clandestina y con la esperanza de encontrar los restos de Ezequiel, que desapareció durante la guerra. Éste es el primer punto interesante: ¿guerra? ¿qué guerra? ¿guerrillas, quizá? ¿y en qué país concretamente? Los actores usan el acento argentino, lo identificamos, pero no creo que importe. Lacuesta nos introduce suavemente en el centro de la miseria una vez removida la tierra y, por tanto, la mierda; su discurso es conscientemente escurridizo, sus postulados lo suficientemente contundentes para no perder la perspectiva de que sólo hay una salida, una razón para los integrantes de un proyecto tan descabellado como iluso (lleno de ilusión, tal vez); esa conclusión es que todos pierden, que no quedan vencedores ni siquiera en los ideales, mantenidos a fuerza de convicción, empuje e inconsciencia. Lacuesta contrapone a aquellos viejos guerrilleros, cuya lucha ahora es interna, y sus hijos, algunos embaucados por una idea que ni siquiera llegan a comprender en su totalidad, otros totalmente desligados, como la hija ausente que sólo aparece ya al final y en un impresionante y esclarecedor monólogo (breve y emocionante intervención de la televisiva Bárbara Lennie), pues Martin comprende que acabó el tiempo de los diálogos y cada unoo ha de expulsar lo que lleve dentro, sea esto lo que sea.
LOS CONDENADOS es cine necesario, pero sobre todo es una lección acerca de cómo se puede rodar hoy día con un peso específico tanto en la forma como en el fondo. Que Isaki Lacuesta es uno de los cineastas con más (y mejor) futuro de este país, creo que no debería dudarlo casi nadie a estas alturas.
Saludos desenterrados.

2 comentarios:

Cinemagnific dijo...

Pues no la he visto, así que me pondré a ello :)

dvd dijo...

Es una recomendación personal que te hago; puede ser difícil de asimilar al principio, pero una vez estás dentro de la historia ésta te absorbe...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!