martes, 20 de diciembre de 2016

Solos en la madrugada



Tengo una relación de amor y odio muy definida con EN LA CAMA, película-fetiche de su autor, Matías Bize, y visible iniciadora, hace ya más de una década, de la renovación del cine chileno. El por qué me gusta es algo que no me explico, porque esta estomagante epopeya íntima de la incomunicación no termina de decidirse por el escarnio verbal, la experimentación desde lo físico "el espacio único, los dos únicos actores" o la metalectura de unos diálogos que quizá nunca hayan sobrepasado su supuesta ingenuidad porque en verdad son ingenuos. Y para quien no haya visto la que fue más que sorprendente Espiga de Oro en el Festival de Valladolid de 2005, es necesario indicar que curiosamente no es el guion su gran baza, sino la fluidez con la que los dos actores se desenvuelven en esa habitación de hotel, único testigo de una noche de amor y sexo descontrolado que poco a poco deviene en unas confesiones que, francamente, tampoco es que sean la pera limonera. A ello debo añadir que aunque el trabajo de interpretación es esforzado y encomiable, se decanta con todo merecimiento del lado de una superlativa Blanca Lewin, una actriz capaz de verosimilizar su gesto sin apenas necesidad de recursos, mientras que la parte de Gonzalo Valenzuela es bastante más plana y previsible. Y no es que haya hablado muy bien de esta película, es cierto, pero me suele pasar con esos títulos que yo anticipo como obvios, que sin ser nada del otro mundo contienen algunas partículas que la diferencian del resto que yo identifico con una cierta valentía, quizá inconsciencia... O tal vez me parece estupenda y no me atrevo a admitirlo, quién sabe...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!