martes, 6 de diciembre de 2016

El corto adiós



Y si la semana pasada traíamos aquí el film que iniciaba el "exilio" francés de Raúl Ruiz, hoy hacemos lo mismo con el último que filmó en Chile. El último, al fin y al cabo, porque con él se despidió, del cine y de la vida. Y LA NOCHE DE ENFRENTE es tan aterradoramente lúcida que asusta que un ser humano pueda tener la capacidad para desestimar recursos o muletas como el sentimentalismo o la nostalgia y erguirse, en cambio, frente a su propio final. Ruiz evoca su niñez sin autoindulgencia, con el empeño de poner luz en su soledad y terrores, pero también en los placeres, de los libros de aventuras o de la música de Beethoven. La infancia, esa borrosa quimera llena de sueños que luego jamás llegan a concretarse, no, al menos, como podría desarrollarse en la mente de un niño. LA NOCHE DE ENFRENTE es, insisto, una película de extrema pulcritud y sensibilidad, y el único testamento posible para un director que jamás habitó un solo lugar común, sino que construyó los propios en una obra tan rica e inclasificable que ha de ser considerada como fuente inagotable e inalterable de la que extraer un tipo de cine que siempre será el próximo, el de enfrente.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!