sábado, 3 de mayo de 2014

Aire encerrado



Imagino que debe ser un error muy común transcribir una película como KÛKI NINGYÔ (AIR DOLL) de manera literal, perdiendo ésta todo su sentido y empequeñeciendo su discurso, más afilado de lo que sus características pudiesen indicar. Hirokazu Kore-eda intentó en este irregular film volver a lo que Buñuel se atrevió a poner en imágenes, pero no seríamos justos si la comparáramos con TAMAÑO NATURAL, porque la esencia y el sustento son otros muy diferentes. Al director japonés le importa menos el "punto de vista humano" y se pone enteramente tras la reseteada visión de una muñeca hinchable que cobra vida y abandona a su dueño para deambular como un bebé gigante por las calles. Su asombro es nuestro asombro, y Kore-eda logra que seamos partícipes de esa perturbadora inocencia que tanto gusta al público japonés; la muñeca es, a la vez, un alma pura y una máquina sexual, lo que la dejará desubicada en un mundo de hombres que no saben si tratarla como una niña o una mujer. Quizá el no ser ni una cosa ni la otra sea ese motivo oculto que es el gran acierto del film, aunque es cierto que sus dos horas se hacen ligeramente fatigosas y que no queda muy claro cuál es el mensaje final, si el director ensaya una poesía decididamente elegíaca o escupe una feroz crítica hacia el machismo socialmente aceptado en su país y que ha creado toda una cultura de "muñecas" de carne y hueso. Del inquietante trabajo de su protagonista, la modelo coreana Du-na Bae, habría que hacer un apartado especial, puesto que su actuación llega a trascender el mero camaleonismo, y hay ocasiones en los que cuesta identificar a la muñeca y a la actriz...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!