martes, 20 de mayo de 2014

El diablo tras cada esquina



LE DERNIER DES FOUS pertenece a esa indefinible categoría de películas que, cual seta salvaje fuera de temporada, aparece cada mucho tiempo sólo para ser descubierta por casualidad o empecinamiento cinéfilo. De apariencia naturalista, con una bella fotografía, interpretaciones encomiables y un maravilloso sentido de la "localización" (la enorme granja en la que se desarrolla íntegramente se convierte en un universo en sí misma), resulta difícil tanto encasillarla dentro de un solo género como aventurarse a descifrar sus misteriosas imágenes con la errónea intención de adivinarla. Lo que el director Laurent Achard (ojo a este nombre) propone es algo que en cine suele conllevar un inevitable fracaso: entrar en la psique de un niño, dejar que sea ésta la que conduzca nuestra percepción adulta y mostrar la vida tal y como la sentiría este niño, como hace mucho tiempo también la sentíamos nosotros. Ahora bien, es cierto que se trata de un cuento de horror, fuera de cualquier tópico, pero con un trasfondo terrible. Ese "último de los locos" observa a su familia derrumbarse entre estertores decadentes, evocando un esplendor pretérito que comenzó a difuminarse con la locura de la madre, que jamás sale de su habitación, y el adueñamiento en la sombra de una oscura administradora que sólo pretende ocupar su lugar; el padre no es más que un monigote sin voluntad y el hijo mayor esconde su vagancia y su homosexualidad tras una fachada de supuesto escritor alcoholizado. Sólo la criada, personaje bondadoso y que se ocupa de absolutamente todo, pone un poco de sentido común y establece un lazo de empatía con el pequeño Martin, que apenas entiende el porqué de tantas acciones inútiles a su alrededor. El final, crudo, imprevisible, nos deja un gran interrogante (como deben hacer las buenas obras), porque no sabemos si la falta de amor puede conducir al mal o precisamente es al revés. Excepcional película en todo caso.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!