viernes, 9 de mayo de 2014

La gloria del Imperio



Esta semana nos dejó de manera muy inesperada el actor británico Bob Hoskins, del que a lo largo de estos últimos años hemos ido dejando constancia de rendidos admiración y respeto por su inagotable variedad de registros y gran profesionalidad. Hoskins ha tenido una larga y escurridiza carrera, alternando esos papeles de "carácter", que le iban como un guante, con su inclasificable vis cómica. Uno de esos tipos del que podías esperar una noche de juerga inolvidable tanto como que te diese un navajazo en una oscura esquina. Se me vienen a la cabeza no menos de quince o veinte personajes suyos realmente memorables y que no imaginaríamos a otro actor haciéndolos. Uno de ellos es Harold Shand, una especie de precursor de otros gángsters en su misma línea de complejidad moral, capaz de alternar su capacidad de análisis con una brutalidad ilimitada. THE LONG GOOD FRIDAY supuso una cierta conmoción en su momento (1980), por la falta de complejos con la que el estimable director John Mackenzie (CÓNSUL HONORARIO, EL CUARTO PROTOCOLO...) exponía su verosimilitud al mezclar mafiosos londinenses con la problemática del IRA irlandés. Aunque seríamos más justos (y en ello contribuye decisivamente la ventaja de nuestra perspectiva temporal) si nos quedásemos con el excelente crescendo que va tomando el film a medida que su maraña de intereses cruzados va quedando al descubierto. Shand está a punto de cerrar un oscuro y jugoso negocio vagamente inspirado en la posibilidad de construir un puerto para... ¡las Olimpiadas de 1988 en Londres!, pero una serie de muertes y atentados en su entorno no sólo darán al traste con la operación, sino que hasta su integridad y la de su organización se verán amenazadas. Con dos escoltas de lujo, Helen Mirren y el gran Eddie Constantine, Hoskins dota de grandeza dramática a un personaje que comienza titubeante y termina de forma gloriosa con un discurso que nos hace reflexionar sobre la verdadera integridad. Shand es un mafioso, pero mil veces más preocupado del honor de su país que los políticos, que no salen precisamente bien parados en esta intensa y entretenidísima película que merece la pena rescatar, aunque sólo sea por rendir tributo a un magnífico actor.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!