miércoles, 24 de julio de 2013

Una epopeya criminal



Tomu Uchida no es uno de los nombres que más suenen a la hora de referirnos a grandes maestros del cine japonés, sin embargo posee una trayectoria tan extensa como fascinante, abarcando desde los primeros años veinte hasta 1965, año en el que rodó la que probablemente sea su gran obra maestra y que se convertiría en su epitafio cinematográfico, ya que un cáncer lo obligo a retirarse hasta su muerte cinco años después. KIGA KAIKYO (con varios sobrenombres, entre los que destaca UN FUGITIVO DEL PASADO) es una monumental película de tres horas, cuyo milimétrico guion, obra de Naoyuki Suzuki, estaba asimismo basado en la novela de Tsutomu Minakami. Aunque con un fondo sencillo, Uchida se recrea anteponiendo capas de aliteración con aparente poca consistencia entre ellas, pero que, una vez enganchado el motivo principal, y pese a que no hay misterio alguno, genera en el espectador un suspense absolutamente arrebatador. Todo arranca con dos reclusos que escapan de una isla dejando un crimen tras de sí. Uno de ellos, sin grandes remordimientos, matará al otro para borrar cualquier rastro; a partir de ahí nos son introducidos una gran cantidad de personajes, que van desde el cuerpo policial que se ocupa del caso, y más concretamente un inspector que se obsesionará con la resolución del mismo, resistiéndose a que se cierre; el único testigo del crimen, al que nadie cree su versión; una prostituta poco dispuesta a colaborar; y, ya al final, y en un giro realmente genial, un exitoso hombre de negocios y respetado filántropo, buen esposo, culto y refinado que resulta ser... el asesino. Esto es sabido desde el primer momento y no supone un problema desvelarlo, ya que el valor de este tremebundo film está en la complicada madeja que pacientemente va desplegándose ante el espectador. Una película muy desconocida, muy recomendable y que confronta una manera de hacer cine, la japonesa, que desdeña la premura americana o la rigidez europea al enfrentarse a grandes relatos.
Saludos sin remordimientos.

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