viernes, 5 de julio de 2013

El difícil arte del misterio



Entre hoy y mañana, y con ayuda de dos títulos alejados en el tiempo pero próximos en intenciones, intentaremos llegar a alguna conclusión acerca de un fenómeno que personalmente me parece fallido, manoseado y desde luego muy mal enfocado. No sabría muy bien cómo denominar algo que, aun teniéndolo en la punta de la lengua, es verdad que ni compone un género ni una deriva; posiblemente sea más una intuición propia, un hartazgo por no saber digerir con ligereza lo que con toda seguridad no pasa de una broma pesada y sin gracia.
Un poquito (no mucho. Casi nada) se habló allá a comienzos de siglo (no se lleven a engaño por el fotograma, me refiero al XXI) de una película de terror cuyo máximo valor era lo estupendamente que conjugaba su "trama en sí" con una especie de arcano found-footage de (ahora sí) principios del siglo XX; y si uno se refería sólo a algún tráiler, reseña escrita o incluso el comentario que ese maestro de la soplapollez ensimismada que es Íker Jiménez desplazó en su inefable programilla de TV, puede que THE BLACK DOOR logré hacer que le pique el gusanillo curiosete, mas cuando al fin se veía el largo en su totalidad, una sensación predominaba: nos la han vuelto a colar. Sí, porque esta mediocridad sin ambages, caso de desvelarnos algo, esto sería lo muy complicado que es conciliar la publicidad con el resultado, y más aún en un género, el de terror, basado en la cantidad de misterio que sus promotores sean capaces de generar a su alrededor y, si es posible, en su interior. Para no extendernos, hablamos de un tipo que descubre la existencia de una secta satánica y desde entonces parece sufrir una especie de maldición que lo va consumiendo poco a poco; la gracia está en que la toma de contacto se ha producido gracias a una extraña y antigua filmación en la que se muestra una truculenta sesión de... ¿exorcismo? ¿iniciación? ¿"lo que sea" diabólico? Así que por un lado tenemos lo que vemos en la foto de arriba, bastante conseguido visualmente, pero que en ningún caso hubiese necesitado la excusa de una explicación en tiempo presente y que, desgraciadamente, se carga cualquier morbillo que ello nos hubiese pdido suscitar, ya que, como película en sí, THE BLACK DOOR deja bastante que desear, y es sintomático que de su director, el ignoto Kit Wong, no se supiese nada después.
Saludos a 25 fps.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!