lunes, 17 de diciembre de 2012

Placer por la sangre



Por poner un ejemplo que cualquiera puede entender: Lo que en manos de Jesús Franco puede ser poco más que garrafón, encuentra inusitada estilización formal en unas manos como las del director que nos ocupa hoy. Caso rematadamente raro en la filmografía francesa, Jean Rollin, que comenzó su andadura filmando poemas recitados allá por finales de los cincuenta, es, posiblemente, el gran iconoclasta (mencionaría también a Jacques Demy) de un cine a veces más preocupado por el contenido que por el continente. Rollin, que llegó incluso a filmar un despropósito a cuatro manos con el propio tío Jess que atendía al sugerente título de CHRISTINA, PRINCESSE DE L'ÉROTISME, alcanzó uno de sus puntos más álgidos abundando en su particular visión del mito vampírico, consistente básicamente en concretar un puñado de brumosas imágenes panorámicas en desolados parajes (castillos, bosques...), despreciando cualquier profundidad psicológica y apoyándose, para ir abreviando, en una fijación enfermiza por la silueta femenina, preferentemente a medio vestir y con diverso contacto hemoglobínico. Poco más que eso es FASCINATION (rebautizada aquí como EL CASTILLO DE LAS VAMPIRAS), que empieza como un cuento macabro remitente a Edgar Allan Poe, pero termina como el rosario de la Aurora. Un rosario, eso sí, con una fe inquebrantable por lo que va a poner en imágenes. Apunten: Un castillo, unas vampiras bolleras y siniestras, una guadaña y un pobre incauto al que le da por desviar la orientación sexual de las monstruitas. Es una frikada, desde luego, pero contiene tal grado de candidez , además de una vaporosa fotografía, que uno no puede más que sentir una irresistible curiosidad hacia un tipo de cine que extrae todo su encanto precisamente a partir de su propia obsolescencia.
Saludos con plaquetas.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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