viernes, 7 de diciembre de 2012

Ozu en Viernes #33



En 1962, Yasujiro Ozu filmó su última película, SANMA NO AJI (EL SABOR DEL SAKE). Y es Chishu Ryu, en una espléndida interpretación, quien dejaría constancia de este inesperado testamento. Todas las constantes del universo de Ozu están perfectamente reflejadas; el patriarca viudo, con un hijo mayor casado, uno menor que sigue estudiando y la hija en edad casadera que se resiste a abandonar el hogar paterno. Pero hay una elipsis maravillosa en este film ya desde el mismo principio, muy compleja y muy sencilla, al estilo Ozu, puesto que el lema principal es iniciado con la reunión de antiguos alumnos que invita a su viejo profesor, quien se termina revelando como un alcohólico amargado que vive con su hija solterona. Ya al final, el protagonista logra, tras muchas tribulaciones, casar a su hija, pero aunque no desea exteriorizarlo, sabe que le espera una vejez solitaria que sólo puede ser mitigada con... el sabor del sake. Círculo cerrado, sin estridencias ni culpables; Ozu hace transitar su levísimo enfoque con una naturalidad que asusta, por su simpleza, pero también por su trascendencia. Ahora, justo 50 años después, su filmografía es objeto de estudio; se rastrean las constantes que hacían que la repetición, en su caso, fuese virtud, y cómo llegó a ser, desde un inmovilista sentido de la austeridad, uno de los nombres más importantes de toda la historia del cine. Para quien esto escribe, erróneamente tildado de "poco occidental" (ya tira para atrás tamaña afirmación), puesto que Ozu, ya desde su temprana época muda, preñaba cada trabajo suyo de un sinfín de detalles y motivos que hacían explícita referencia al cine hollywoodense. La diferencia entre una cosa y la otra es que Ozu hizo suya, de su propio sentido de la cultura, dicha admiración y la transmutó, con ingenio, oficio y sensibilidad, en un ejemplo de amor por un trabajo, que debía muchísimo al teatro tradicional japonés, pero que entre sus grandes hallazgos adelantaba, en mi opinión, (y ahí está ese uso del contraplano, esa noción del "interior y exterior" tan acusado o la embobante sucesión de planos de corte onírico, cuando no directamente surrealista como preámbulo de un diálogo importante) muchas de las constantes que han servido, por ejemplo, para imbricar la mutua seducción entre la publicidad y el séptimo arte propiamente dicho. Sólo me queda añadir un par de cosas: que sigan disfrutando de la maestría de Ozu y que les emplazo para la semana que viene... ¿La semana que viene?... Sí. La semana que viene. Hasta entonces.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!