sábado, 1 de diciembre de 2012

La humanidad



Cerramos esta semana dedicada a directores fallecidos este año con el francés de origen tunecino Marcel Hanoun, nombre clave para entender la deriva de lo que en Francia significó la independencia creativa más militante. Hanoun, para mí más poeta que cineasta, era capaz de multiplicar resultados en pantalla al mismo tiempo que su austeridad de medios vacía la narración de todo artificio inútil. Y no hay un título más representativo de esta especie de milagro que el primero de su intensa e interesantísima filmografía. UNE SIMPLE HISTOIRE arranca con una mujer y su hija que son observadas (¡milagro!) fuera de campo por otra mujer desde una ventana; ésta habla con su marido, en otro fuera de campo milagroso, y baja a buscar a madre e hija, las invita a pasar, a tomar un tazón de leche... A partir de ahí, la voz en off, sin hacer desaparecer la diegética, toma el mando de la narración; Hanoun se dispone a contarnos qué ha podido sucederle a estas dos personas, puesto que el hecho que ha motivado la invitación no es otro que la comprobación de que han pasado la noche al raso, en un descampado. Sería un error emparentar UNE SIMPLE HISTOIRE con, por ejemplo, el neorrealismo italiano, lo desmiente el carácter intrigante de la narración, aunando el angustioso paso del tiempo con la disminución progresiva del exiguo capital de la mujer, que inicia su relato diciendo(nos) que ha llegado a París desde Lille. Poco más. Y en pocas ocasiones cine y literatura (artefacto literario) se han fundido con tanto acierto para resolver una historia que, como su nombre indica, es simple, sí, pero que supone toda una lección acerca de cómo contar algo eludiendo cualquier lugar común. Para mí es una obra maestra absoluta, y su director, uno de los más grandes desconocidos del público, no sabría explicar muy bien por qué.
Saludos simples y llanos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!