miércoles, 12 de diciembre de 2012

La comedia involuntaria



Una de las razones por las que una novela puede permitirse el lujo de ser excéntrica, exclusivista e incluso remilgada, es su propia naturaleza de objeto exigente con sí mismo, pero también con quien la toma entre sus manos para leerla. Es una batalla que probablemente el cine no llegue a ganar nunca, y menos cuando las diferencias entre el cine-arte y el cine-espectáculo quedan ya a muy poca distancia y suspendidas en un debate cada vez menos interesante. Algo así es lo que le ha ocurrido a David Cronenberg al adaptar COSMOPOLIS, la novela de Don DeLillo. No sé si por ser quien es el escritor, el director, o por las dos cosas; el caso es que, si nos ponemos ligeros, COSMOPOLIS es una película sobre la aséptica maldad del capitalismo salvaje que no logra dar con la tecla de su crítica, así que, sin llegar a la indulgencia, encuentra una inesperada tabla de salvación en un género aparentemente alejado de sus parámetros formales. Así, tras muchos devaneos, una cháchara cercana al Woody Allen menos soportable y una preocupante falta de profundidad a la hora de dibujar cada personaje, COSMOPOLIS termina siendo una comedia acerca de un niño rico que sólo puede calmar su fogosidad sexual gracias a su posición, pero que se ve impotente cuando se trata de empatizar con quien está delante. Díganme que no es hilarante... para ser Cronenberg. Algo así: "me tiro a mi asesora de arte, a mi contable, a mi guardaespaldas, pero mi mujer sólo se digna a que la invite a almorzar, y cada vez que le digo (literalmente) que tenga sexo conmigo su mirada me hace recordar la mía cuando me miro al espejo"... Niños ricos, engreídos, vacíos, hábiles en un mundo hecho de abstracciones pero torpones en el juego de la vida real. Más que un apocalíptico fin del mundo, diríase el final de un modelo masculino, que, por otra parte, tampoco es que haya durado tanto. Esto queda perfectamente reflejado en el extenso diálogo final entre el protagonista, un Robert Pattinson apático y agarrotado, y su posible verdugo/liberador, que es Paul Giamatti haciendo... de Paul Giamatti... Lo del corte de pelo, en mi opinión, debería haber tenido un peso más específico, pero, efectivamente, sólo es una excusa con más de excentricidad que de nostalgia.
Saludos desde el mercado de valores.


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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!