martes, 11 de diciembre de 2012

Un paseo epidérmico por las tripas de un país



Si usted, avezado espectador, decide que los espasmos de Jim Carrey, la verborrea de Billy Crystal y los peinados de Alec Baldwin jamás le otorgarán estatus de cinéfilo digamos serio, un cinéfilo capaz de exponer sus profundas inquietudes con toda soltura ante un embelesado y a la vez partícipe ramillete de personalidades, tales como esas otras almas sensibles y atormentadas que son capaces de mantener diálogos permanentes con "El Arte" y sus intrincados vericuetos; lo que debe hacer, insisto, es ponerse inmediata e ineludiblemente con esto del Nuevo Cine Filipino, que contiene obras sugerentes, estimulantes y a veces incluso inexplicables. Yo no dudo de la sensibilidad e inteligencia de Raya Martin, un tipo que empezó a coger una cámara en pleno destete y cuya precocidad, unida a su extraña concepción de rodaje, le ha granjeado una, no diré yo que inmerecida, fama en esos círculos sanedrínicos que ahora parecen aflorar por doquier, auspiciados por estas nuevas tecnologías que sonnos motivo de solaz y donaire. Vale. Dicho esto, si usted ve, por ejemplo, AUTOHYSTORIA, lo primero que le recomiendo es que se haga con una sinopsis, donde le será explicado que un travelling de treinta minutos equivale a un ansia de libertad de la nación (la filipina, claro) oprimida por el colonialismo y que va al encuentro de su propia identidad. Sin dicha lectura, usted ve a un muchacho en camiseta caminando por una acera por la noche mientras alguien lo filma desde una camioneta. Luego, la enorme rotonda-plaza de la imagen que ilustra estas líneas simboliza la férrea lucha de este mismo pueblo (que sigue siendo el filipino) que, no obstante, va a tener que afrontar una serie de sacrificios. No se alarme si no es capaz de ensamblar el concepto "sacrificio" con un par de jóvenes observando la rotonda-plaza desde el interior de un vehículo, al fin y al cabo son otros quince o veinte minutos den plano fijo... Para finalizar, y sin mediar esos absurdos diálogos explicativos que tanto le gusta al espectador embotado (al que usted ya no aspira a pertenecer), se termina la función con la puesta en imágenes del sacrificio mismamente ¿Cómo? Pues los dos jóvenes que iban en el vehículo ahora caminan por la selva, atosigados (suponemos) desde atrás por sus captores; así hasta un sitio que está muy lejos y donde les espera un desenlace fatal. Y fin. Lo que demuestra que con una grabación casera usted también puede escribir la historia de su país.
Autosaludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!