jueves, 20 de octubre de 2011

Maestría





Intentar abarcar con meros comentarios descriptivos una obra tan intensamente densa como MISTÉRIOS DE LISBOA, parece, además de pretencioso, inútil. Veanla, es lo único que se me ocurre decirles; háganse con ella por lo civil o lo criminal, o al menos con su versión extendida en capítulos ¿Que qué es MISTÉRIOS DE LISBOA? Pues una suerte de cruce entre En busca del tiempo perdido, EL MANUSCRITO ENCONTRADO EN ZARAGOZA, LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ, BARRY LYNDON y Los ricos también lloran... ¿Que cómo se cocina eso? Pues lo primero, hace falta saber mucho de cine, como su director (recientemente fallecido por cierto); tener un manejo del tiempo narrativo excepcional (la película dura cuatro horas y media, pero nunca se hace larga ni pesada) y dominar su interminable ramificación de personajes y situaciones, a caballo entre Portugal, Francia y hasta Brasil. No, no es fácil; pero quién dijo que lo era, que construir una obra monumental en torno a los escritos de Camilo Castelo Branco se resolvía (como suele hacerse en el cine actual) con cuatro panorámicas infográficas y un par de estrellas mediáticas. El director chileno ofrece, en lugar de ello, un despliegue de localizaciones memorable y una dirección de actores encomiable. No una historia, cientos de ellas, y todas interconectadas, con su propio sentido y sus derivaciones lógicas; como si Manoel de Oliveira se hubiese apiadado por fin de sus criaturas, viajamos por un mar de desdichas amorosas, lucha de clases, engaños, desvaríos, renuncias... como la vida misma; y todo tutelado por ese personaje poliédrico e inolvidable que es el padre Dinis, quizá una misteriosa encarnación de otro mundo, una especie de vigilante de los actos humanos. Ver algo como MISTÉRIOS DE LISBOA en pleno siglo XXI puede resultar chocante, teniendo en cuenta el pelaje medio de los espectadores habituales de cine. No importa. Es un acontecimiento, el testamento fílmico de un cineasta irrepetible y un maravilloso goce para los sentidos. No se la pierdan, después me cuentan...
Saludos misteriosos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!