viernes, 7 de octubre de 2011

Serenidad alterada



Mucho más sereno que en los otros "cuentos", Rohmer cerró esta inestimable tetralogía con un punto y aparte, el de la madurez en tiempos de la movilidad continua; o, por decirlo con otras palabras, demostrar que la elegancia siempre es sutil, lo que queda meridianamente patente en esta divertidísima película que no es una comedia, tristísima película que no es un drama, bellísima película que no es un tratado de estética. Así las cosas ¿qué es entonces CONTE D'AUTOMNE? Complicado reducirlo en palabras, mejor en sensaciones. Y mejor dejarlo en un enfurruñado revuelto de equívocos, deseos, atracciones, rechazos y otras delicias en el tenue sol viticultor de la Provenza... ¡Ay, la Provenza! ¿Acaso hay un mejor sitio para enamorarse, desenamorarse, echarle la culpa a los demás de nuestras desgracias y aun así brindar con ellos por la cosecha? Todo en uno; todo cabe en esta magnífica y ágil película de marcado carácter otoñal, con menos saltos temporales que sus antecesoras, más comprimida y compacta, y con dos personalidades protagonistas tan contrapuestas como complementarias. Isabelle es dueña de una librería, está felizmente casada y no sabe absolutamente nada de las cosas del campo; exactamente al contrario que Magali, viuda y dueña de un pequeño viñedo, y que vive obsesionada con la calidad de sus vinos. Isabelle se propone encontrarle una pareja a Magali, por lo que recurrirá a los anuncios de contactos, pero a sus espaldas, lo que desembocará en una serie de malentendidos realmente jugosos y que no desvelaré aquí; mientras que Rosine, la supuesta novia del hijo de Magali, y que juega a tres bandas con quien fue su profesor de Filosofía, hará lo propio con dicho profesor, más por quitárselo de encima que por otra cosa. En el cine de Rohmer, el enredo no es cualquiera cosa, y menos en esta película de apariencia ligera que lanza sus dardos al sitio donde más duele, no tanto el desamor como la asunción de cómo la edad va, imperceptiblemente, haciendo sus propios prisioneros. Y termino de la misma forma que empecé, el pasado invierno, a reseñar esta serie, recomendándoles encarecidamente la maravillosa compilación de Cameo e invitándoles igualmente a que sigan disfrutando del trabajo de un maestro imperecedero, uno de los grandes nombres del cine de todos los tiempos. Una pasada, vamos...
Saludos temporales.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!